El mayor desastre lo provoca la ignorancia - Prensa Libre

algo más sobre su personalidad tiránica – Prensa Libre

Uno de los efectos contraproducentes de los triunfos electorales mayoritarios, como los obtenidos por Nayib Bukele, es el surgimiento de acciones cercanas a la dictadura. La mayoría en el Congreso hace de este poder estatal un simple seguidor de las órdenes y caprichos de los presidentes, aumentado porque casi siempre se rodean de matones oscuros incondicionales. Nadie se atreve a contradecir al director general, que en poco tiempo ya no espera este apoyo, sino que lo exige. Falta de madurez, debido a su corta edad en el cargo, el presidente ha preparado el escenario para un nuevo desastre nacional. A ello está contribuyendo el elevado número de instituciones políticas salvadoreñas en manos del partido gobernante, gracias a las elecciones de este año.

El Salvador es otro país donde hay pocas razones para confiar en jueces, magistrados y otros funcionarios del poder judicial. Son miles -como ocurre en Guatemala- de casos de decisiones increíbles y vergonzosas porque claramente no les importa la forma y el espíritu de las leyes, lo que explica la necesidad de hacer cambios necesarios y urgentes. No cabe duda: muchos jueces no han cumplido con su misión, pero forzar la renuncia de todos aquellos que tienen más de 60 o 30 años de servicio constituye una violación a la ley laboral, por ajuste en un área donde la experiencia es muy importante. Un tercio de todos estos funcionarios se habían visto afectados, pero la Sala de Familia suspendió la aplicación de la orden.

Estos días han sido agitados para Bukele. Según expertos en asuntos legales salvadoreños, los diputados no tienen entre sus facultades para tomar tales medidas. Por otro lado, la decisión de autorizar la elección presidencial parece haber sido definitiva. En este sentido, en el Diccionario de la lengua, el significado de reelección es «reelegir», lo que colapsa la idea de autorizarlo tras el paso de un mandato presidencial intermedio. Es imposible no ver la similitud entre Bukele, Ortega y Chávez en la estrategia de utilizar el dominio de las instituciones políticas del estado para asegurar la permanencia en el trono dictatorial a toda costa. Encarcelar, exiliar y descalificar a los opositores políticos es una forma de sembrar el miedo en la población.

Por las acciones de Bukele, luego de consolidar su poder en las últimas elecciones, hay motivos para temer una repetición del estilo chavista-madurista-orteguista. La legitimidad se adquiere a través de las urnas, desapareciendo cuando los líderes se convierten en hombres fuertes por la fuerza o por el triunfo. Este gobernante forma parte del grupo de presidentes erráticos y por ende a la popularidad de los náufragos, como López Obrador, en México; Juan Orlando Hernández, en Honduras; el sanguinario tirano Daniel Ortega, en Nicaragua. Los casos de Perú son preocupantes, con Pedro Castillo; Bolivia, con Luis Arce, el títere de Evo Morales; Brasil, con Jair Bolsonaro; Argentina, con Alberto Fernández, el títere de Cristina, la viuda de Kirschner, que llegó al poder con el voto de castigo de un ciudadano cansado de la incompetencia y la corrupción.

Durante la reunión de Celac en México, la inesperada presencia de Maduro fue una sorpresa, desconocida para los demás presidentes presentes. López Obrador puede mostrar su apoyo al heredero de Hugo Chávez en su país, pero no es fácil hacerlo en presencia de otros líderes, incluido Ortega. Esto es relevante porque se trata de una acción muy cercana a una presidencia sumamente personalista, uno de cuyos resultados es abrir la puerta a críticas justificadas de la oposición interna. Esto es similar a muchas de las decisiones de Bukele, para quienes a medida que se multiplican las protestas puede ser esencial volver a buscar el apoyo de los militares y dar un paso más hacia su desafortunado autoritarismo en curso.


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