AMLO, migrantes centroamericanos y cubanos

Está de moda hablar de las elecciones de mitad de período, la concentración de Morena en el Zócalo, los nuevos ataques de Andrés Manuel López Obrador a periodistas y el llamado «decreto». Ha pasado. El mundo y México siguen caminando, y lamentablemente hay temas que no reciben la atención que merecen, en parte por la fascinación por la moda ya mencionada por muchos.

Dos temas me llaman la atención. Hoy se ha anunciado la reanudación del programa Quédate en méxico (Quedarse en México) por los gobiernos de México y América del Norte. Como recordarán, este programa fue impuesto por Donald Trump en 2019 y aceptado por López Obrador. Esto involucra a los solicitantes de asilo que regresan a Estados Unidos que ingresan a su territorio a México para esperar sus audiencias en horribles campamentos, esa es la palabra correcta, en pueblos fronterizos, con pocas posibilidades de asegurar la audiencia, asilo, falta de acceso a abogados. Más de 70.000 centroamericanos, sudamericanos, haitianos y cubanos han esperado meses o años a su hipotética audiencia. El mecanismo ha sido denunciado por el propio Joe Biden en la campaña, por grupos de derechos humanos y por diputados demócratas. Ahora Biden vuelve a imponerlo y AMLO vuelve a aceptarlo.

El gobierno mexicano dirá que no es lo mismo. Según medios norteamericanos, el programa esta vez incluye vacunas covid-19 para migrantes antes de que sean deportados a México, así como recursos norteamericanos para hacer los campamentos más dignos. Asimismo, solo se aceptarán declaraciones de habla hispana y los solicitantes tendrán acceso a abogados estadounidenses antes de ser despedidos. Las personas mayores, las personas con discapacidad y los migrantes homosexuales, lesbianas, bisexuales y transgénero estarán exentos de la deportación. La espera no durará más de seis meses. Los candidatos que regresen a Nuevo Laredo y Matamoros serán trasladados al interior de la república, considerando que estos pueblos son «demasiado peligrosos» (Ciudad Juárez no fue considerada peligrosa).

Veremos si Biden cumple con estos cambios, que no alteran lo esencial: la violación del principio del derecho internacional de asilo llamado no devolucióny la horrible situación (ese es el término correcto) en la que los solicitantes tendrán que esperar. Además, no me sorprende que, en un país tan racista como México, con un gobierno tan racista como el de AMLO, sólo se acepten hispanohablantes: los otros son haitianos, brasileños y africanos; es decir, afrodescendientes (aparentemente no queremos negros aquí). Me gustaría ver el escándalo que tal posición causaría en los Estados Unidos o en cualquier otro país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

La segunda pregunta se refiere al anuncio hecho hace unos días por el gobierno de Nicaragua de cómo permitirá el ingreso de ciudadanos cubanos sin visado, a diferencia de la situación desde hace algún tiempo. La movida se puede atribuir a la reapertura de vuelos y cruceros a Cuba, o al deseo de millones de turistas cubanos de conocer Managua (una ciudad hermosa, sin duda), o algún otro factor. Obviamente sería el próximo.

La situación económica en Cuba continúa peor que nunca; Biden no hace nada para levantar las sanciones de Trump; Desde 1960, Fidel y sus sucesores siempre han recurrido a la válvula de escape del exilio para controlar el descontento. Lo hicieron en 1965 con el puente aéreo de Camagüey; en 1980 con el «Marielazo»; en 1994 con las vigas; y hace dos semanas con Junior García, enviado a Madrid tras el fracaso de la manifestación del 15 de noviembre. Ni que decir tiene que los cubanos que desembarcan en Nicaragua no se quedarán allí. Inmediatamente comenzarán el viaje terrestre por Centroamérica hasta México, llegando lo antes posible a la frontera con Estados Unidos. A diferencia de todos los demás, gracias a la vigencia del Ley de ajuste cubana 1965 (no confundir con el decreto Clinton «pies secos, pies mojados» de 1994), al ingresar a Estados Unidos, tendrán derecho a esperar su audiencia de asilo en el país, con sus familiares en Miami. Es probable que el aumento exponencial del número de cubanos que llegan a México huyendo del paraíso terrenal de la isla crezca, de nuevo exponencialmente.

¿Nos importa todo esto? No, a menos que nos adhieramos a ciertos principios que deben ser defendidos, incluso si nadie los comparte excepto de labios para afuera. Pocos principios y pocos seguidores.

Secretario de Relaciones Exteriores de México de 2000 a 2003. Profesor de Política y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York. Entre sus libros: Estados Unidos: en privado y a distancia y Así como así: por una agenda ciudadana independiente.

Este artículo apareció originalmente en Nexos.

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