Ataques de pánico: síntomas y formas de controlarlos

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Los episodios de pánico son eventos repentinos e intensos de miedo o malestar agudo que alcanzan su pico en cuestión de minutos. Se distinguen por la aparición inesperada de síntomas físicos y mentales sin una razón clara o desproporcionados a la circunstancia actual del individuo. Normalmente, estos episodios ocurren sin previo aviso, lo que incrementa el miedo y la confusión de quienes los padecen.

Un episodio de pánico puede presentar síntomas como latidos acelerados del corazón, sudoración, sacudidas, sensación de asfixia, presión en el tórax, malestar estomacal, vértigo, escalofríos o sofocos. Psicológicamente, es frecuente experimentar miedo a perder el control, a enloquecer o incluso a fallecer. Algunas personas pueden describir una percepción de irrealidad, llamada desrealización, o una sensación de desconexión con ellos mismos, conocida como despersonalización.

Los primeros estudios clínicos sobre los ataques de pánico se remontan a mediados del siglo XX, pero se reconocen descripciones anteriores en textos médicos históricos. En la actualidad, los especialistas concuerdan en que se trata de una afección relativamente frecuente: se estima que entre el 2% y el 3% de la población mundial experimentará al menos un ataque de pánico en algún momento de su vida, según la Organización Mundial de la Salud.

Factores de riesgo y causas

El origen de los episodios de pánico tiende a ser multifactorial. Las causas centrales incluyen influencias genéticas, desajustes neuroquímicos (como modificaciones en la serotonina o el ácido gamma-aminobutírico), antecedentes de estrés o trauma, así como características de personalidad y experiencias pasadas.

Algunos estudios de genética sugieren que quienes tienen familiares directos con trastornos de ansiedad presentan mayor probabilidad de desarrollar ataques de pánico. En otras ocasiones, el inicio de la sintomatología coincide con situaciones de cambios vitales significativos, como mudanzas, rupturas emocionales, eventos traumáticos o la aparición de enfermedades graves.

En el contexto sociocultural, el estrés por el trabajo, la competencia y la ausencia de lugares para el cuidado personal pueden contribuir a la aparición de crisis de ansiedad, incluyendo los episodios de pánico. El uso de sustancias estimulantes como la cafeína, la nicotina o algunos tipos de medicamentos también puede ser un factor desencadenante.

Distinción entre crisis de pánico y trastorno de pánico

El ataque de pánico es un episodio aislado de miedo agudo e intenso. Sin embargo, cuando estos ataques se vuelven recurrentes y la persona vive con el temor constante a experimentar uno nuevo, puede desarrollarse lo que se conoce como trastorno de pánico. En esta condición, la preocupación por los posibles ataques genera cambios significativos en el comportamiento, como evitar situaciones o lugares donde anteriormente se produjo una crisis, provocando aislamiento y deterioro en la calidad de vida.

Por ejemplo, el caso de Lucía, una universitaria de 24 años, muestra cómo después de varios episodios de ansiedad en el transporte público, empezó a evitar salir de su hogar por temor a tener otra crisis, lo cual afectó su rendimiento tanto en los estudios como en su vida social.

Cómo controlar los ataques de pánico

El control de los ataques de pánico implica estrategias a corto y largo plazo. Es fundamental comprender que el miedo intenso no se corresponde con un peligro real, aunque los síntomas físicos y psicológicos sean abrumadores.

Estrategias inmediatas durante un episodio: – Respiración consciente: practicar la respiración profunda desde el diafragma es una de las herramientas más efectivas. Inhalar lenta y profundamente por la nariz, mantener el aire durante unos segundos y exhalar con calma ayuda a reducir la hiperventilación y regula la sensación de falta de aire. – Técnicas para conectar con el entorno: fijar la mirada en objetos específicos, describir sus detalles o tocar superficies frías puede ayudar a detener la cadena de pensamientos negativos, facilitando el retorno a la tranquilidad. – Aceptación del momento presente: reconocer que se está experimentando un ataque de pánico y tener presente que los síntomas desaparecerán solos disminuye la angustia. Frases como “esto es temporal” o “no es peligroso” se pueden usar como mantra para calmarse.

Estrategias para la prevención y a futuro:- Terapia cognitivo-conductual: se considera el enfoque más eficaz, ayuda a identificar y cambiar pensamientos incorrectos sobre el miedo y los ataques de pánico. Aprender a enfrentar situaciones temidas disminuye la frecuencia y severidad de los eventos. – Técnicas de relajación: se contemplan ejercicios de mindfulness, meditaciones guiadas y relajación muscular progresiva, lo cual incrementa la tolerancia al malestar y reduce la ansiedad basal. – Fármacos: en determinadas circunstancias, se emplean medicamentos como ansiolíticos o antidepresivos bajo vigilancia médica, sobre todo si los ataques son debilitantes o resisten a la terapia. – Estilo de vida saludable: adoptar hábitos como un patrón regular de sueño, dieta balanceada y ejercicio físico moderado disminuye la activación nerviosa y contribuye a gestionar el estrés cotidiano.

Relevancia del soporte social y pedagógico

La percepción negativa asociada a los problemas de salud mental puede desalentar a las personas de buscar asistencia. Es esencial fomentar una cultura de empatía y respeto, donde el individuo que sufre ataques de pánico se sienta seguro para comunicar su situación con su familia, amigos o en su ámbito laboral y educativo.

Los grupos de apoyo y las campañas informativas han demostrado ser recursos valiosos para reducir la desinformación y motivar a quienes atraviesan por esta experiencia a pedir ayuda. Según estudios realizados en universidades españolas, el acompañamiento emocional y las actividades de sensibilización disminuyen el aislamiento y la autoexigencia excesiva, factores que perpetúan la ansiedad.

Perspectivas sobre el futuro de la intervención en ataques de pánico

A medida que la investigación progresa, se desarrollan nuevas terapias y tecnologías digitales enfocadas en la detección temprana y el manejo personalizado de los episodios de pánico. Las aplicaciones móviles, los programas de realidad virtual y las sesiones de psicoterapia remota son opciones emergentes que permiten un mejor acceso a herramientas de autocuidado y asistencia profesional, especialmente en áreas rurales o entre comunidades con menos especialistas disponibles.

El entendimiento de los ataques de pánico como una condición que se puede tratar y que es común ha ayudado a eliminar mitos dañinos, promoviendo intervenciones más efectivas y humanas. La clave reside en la combinación de información precisa, estrategias personalizadas y la creación de ambientes sin prejuicios. La incorporación de todos estos métodos representa una oportunidad alentadora para aquellos que enfrentan el reto de vivir con ataques de pánico, indicando el camino hacia una mayor autonomía y salud psicológica.