Congreso, ¿para qué?
Esta semana, el Congreso fue el protagonista. Los eurodiputados eligieron la nueva junta directiva para 2022; el partido gobernante ha reforzado su continuidad en el poder. La nueva presidenta será Shirley Joanna Rivera Zaldaña, del bloque Vamos. Además, los veteranos militares que exigieron una compensación durante una protesta “pacífica” frente al asiento de la Asamblea Legislativa se encontraron en un caos de vandalismo, incendios de vehículos, etc.
Los signos de anarquía ya son visibles en Guatemala. Desde hace unos días hasta ahora, hemos visto la barbarie de destruir monumentos culturales e históricos, gente que luchó y tú con un policía municipal, alentado por otros, hasta entrar en un recinto que cobija al de los tres poderes del estado y permite a ti mismo para destruir todo sin consecuencias. Estamos cambiando de cara en el Consejo del Congreso, pero seguimos atrapados en el mismo círculo vicioso, porque ninguno de los diputados representa realmente los intereses del pueblo. Está claro que el interés de los legisladores en entrar en política no es por un proyecto nacional, ni por el honor de servir al país, sino por satisfacer su ambición personal y partidista. Si analizas quiénes eran estas personas antes de llegar a sus asientos, no entiendes cómo es posible que ahora tengan en sus manos las decisiones más importantes del país.
Para llevar a cabo cualquier reforma, se debe escuchar la voz de la gente y corregir las deficiencias del sistema actual. Considerando que los métodos electorales deben expresar la complejidad de una voluntad masiva y no la conveniencia de los políticos del país en servicio. El problema es que quienes tienen que hacer estos cambios son los propios miembros del Parlamento, y no están interesados, nunca lo estarán.
La Legislatura es la clave para el buen desempeño del gobierno, y hasta ahora solo hemos tenido personas mediocres y corruptas, que han contribuido al deterioro institucional que estamos viviendo. Estos “suegros” son los que eligen al fiscal de derechos humanos, al contralor general, a los magistrados del TSE, a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia; de ahí la importancia de su calidad y reputación. Pueden prejuzgar a los presidentes de otras organizaciones, ministros, etc. Por tanto, son sin duda el poder más importante del estado. Por ello, es inaudito que para ser elegido diputado al Congreso de la República, basta ser de origen guatemalteco y estar en el ejercicio de los derechos ciudadanos, lo que es aún más aberrante es que cuando el ciudadano desprevenido arroja su voto, lo hace por un bloque de personas que representan a un partido político y no por un individuo que, sin importar si tiene la capacidad o el prestigio de ser parte de ese bloque, su cualidad es aportar una jugosa cantidad de dinero. dinero o por haberse pegado al candidato presidencial en su campaña para halagarlo y luego usarlo como trampolín.
Ser diputado se ha convertido en un estigma, debido a la actitud de la mayoría de los legisladores, nadie exige que se ciña a los horarios, ni supervisa los resultados del trabajo que hacen.
La extrema izquierda ya está haciendo campaña y propone como solución a los problemas nacionales promover una Asamblea Nacional Constituyente. La idea que están lanzando tiene sentido y para muchos ya suena bien. Pero es una situación peligrosa, porque podría poner en peligro nuestra frágil democracia y con un Congreso inútil y corrupto como el que tenemos, estamos dando a estos grupos motivos para apoyar su discurso. Ojo porque un día Guatemala en el fondo podría despertar y no habrá tiempo para buscar soluciones en el marco de la legalidad.