El mayor desastre lo provoca la ignorancia - Prensa Libre

De la Sierra de Las Minas – Prensa libre

Hace un año escribí un grito de desesperación. Era agosto y los cinco meses de la pandemia comenzaban a asimilar. Quería salir, quería viajar. Y encerrados, estábamos sin luz al final del túnel.

Habló de empatía con el cuerpo que lo solicitaba, aunque sabía que aún no era el momento adecuado. En particular, anhelaba la oportunidad de estar en un vehículo con tracción en las cuatro ruedas, recorrer los territorios para conocer a los guatemaltecos. En colinas empinadas, terreno inclinado. Ir hacia tanta diversidad, con tanta belleza, pero también, con una necesidad tan injusta.

Quería estar allí, donde casi te sientas como tú. Un huésped digno, en medio de naciones contrastantes, que comparte este territorio de contrastes.

2020 fue único y singular. Estuvimos encerrados en nuestras habitaciones durante largas semanas. Luego pudimos salir un poco más, pero aún aislados.

Hoy me despierto en la Sierra de las Minas, mirando al río Polochic. No conocía esta parte de la gran región y las diferencias son notables. Las comunidades locales, productores de café y principalmente cardamomo, no los conocían. Dijo entonces que la llamada no era un plan, sino más bien una liberación de emociones. Había tareas pendientes en la agenda.

Regresar, precisamente, a las comunidades polochic era lo que más tenía en mente. Tuviste que aplicarte protector solar. Por el sol y por el alma. Los amigos de Panzós llamaron. Estaban atravesando la avalancha de huracanes.

Tuvimos que volver a verlos. Para revisar sus historias de hace dos años, que marcan el epítome de la historia de la movilidad humana en el país, debido a los cambios climáticos.

Teníamos que venir con Carlos, con Rafa y la familia del joven Willy, que había grabado el número de teléfono del coyote en su celular. Quería traerles el ejemplar de la revista New York Times donde se publican en la portada las fotos de su verdadera tragedia. Hablar con ellos era fundamental.

Las cosas han cambiado drásticamente para ellos. Han llegado nuevas inundaciones. Desde la capital, literalmente no podía imaginarse cómo podrían sobrevivir. Antes de Eta e Iota, solo comían unas pocas tortillas vacías al día. Venir aquí fue bueno y necesario. La comunidad llamó y por suerte aquí estoy.

Estoy escribiendo estas líneas en mi computadora portátil, finalmente en este vehículo alquilado, mientras descendemos las montañas de Las Minas. Al fondo del valle se puede ver el Polochic. Grande y poderoso. Es escandaloso pensar cómo se están perdiendo tantas plantaciones por falta de agua sin nada y nadie invirtiendo en los tan necesarios sistemas de riego artificial.

El destino deseado para hoy está en el municipio de Santa Catalina La Tinta, y mañana, finalmente, para volver allí a las comunidades de Panzós.

Es difícil pensar que hace unas semanas este impulso era inimaginable, que volveríamos de nuevo para encontrar lo que siempre estamos buscando. Habla con la gente y escucha su historia, e intenta transmitirla aquí, para que quede grabado nuestro entorno.

Este no es un artículo de opinión, sino un simple estado del arte del día. Enfrente está el gran valle, y están las historias que recopilaremos mañana.


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