El destino del planeta lo definen todos – Prensa Libre
La Cumbre del Clima comenzó en Glasgow, Escocia, con grandes expectativas de lo que más de 200 países pueden acordar en cuanto a la reducción de las emisiones que provocan el calentamiento global. No son metas nuevas, porque en 1997, en Kioto, se fijaron metas ambiciosas, que fueron revisadas seriamente en 2015, en París, cuando la emergencia climática ya tenía pruebas sólidas de su efecto devastador en el mundo. Aun así, a pesar de los compromisos asumidos hace seis años, la contaminación por dióxido de carbono sigue por encima de los límites y, como consecuencia, la temperatura global seguirá aumentando inexorablemente, con el aumento del nivel del mar, fenómenos marinos y atmosféricos cada vez más intensos.
En 1997 abundaban los negacionistas del cambio climático. La desinformación, los prejuicios y los conflictos de intereses económicos han marcado estos dogmatismos erróneos. La devastación causada por huracanes, sequías e inundaciones en varias latitudes durante las últimas dos décadas presenta un futuro nefasto si la humanidad no marca una reducción decisiva, una decisión que no es fácil ni popular, aunque sea vital. Paradójicamente, países como Guatemala aportan una mínima proporción de contaminantes, pero debido a su masa forestal superviviente, absorbe una enorme cantidad, diferencia que conviene aprovechar para lograr una mayor cooperación económica internacional para la protección y conservación de tesoros naturales como los mayas. biosfera.
Las presiones económicas, el avance de la frontera agrícola y ganadera y la tala ilegal de maderas preciosas se encuentran entre las mayores amenazas. Los retornos de estas prácticas son insignificantes comparados con los beneficios de una industria de ecoturismo sostenible y una economía fortalecida por bonos verdes, becas internacionales subsidiadas por poderes contaminantes para la preservación de bosques milenarios.
Un ejemplo es la cuenca El Mirador, una verdadera joya ecológica, única en su género, porque en su zona central no hay asentamiento humano. Más de 200 mil hectáreas abarcan este territorio de selva virgen en el que también hay una riqueza incalculable de sitios arqueológicos. Durante más de dos décadas se ha buscado su declaración como santuario natural nacional, lo que no ha sido el caso ya que prevalecen fuertes ambiciones tanto para su deforestación como para la exploración petrolera, enmascaradas por una retórica pseudonacionalista. La protección de esta cuenca y el fortalecimiento de la conservación de los 21 mil kilómetros de la biosfera maya deben concretarse con propuestas serias del Estado guatemalteco antes de la COP26.
Los propios ciudadanos pueden participar en este paso ambiental a través de la clara apreciación y demanda de una mayor protección en todos los parques nacionales y biotopos. También puede y debe actuar reduciendo los residuos sólidos, especialmente los plásticos, que actualmente se vierten en ríos, cuencas y arterias viales.
Asimismo, una política ambiental coherente implica el establecimiento de un estricto control para que ninguna autoridad local o nacional, civil o militar esté facultada para talar un árbol más si no se trata de bosques cultivados con fines industriales. Solo con metas tan ambiciosas Guatemala será no solo partícipe sino protagonista de un evento tan decisivo en la búsqueda de la supervivencia del medio ambiente y, en consecuencia, del hombre.