Daniel Ortega and Rosario Murillo

El doble aislamiento de Daniel Ortega

La farsa electoral del 7 de noviembre tuvo, entre sus pocos resultados reales, un mayor y justificado aislamiento de la dictadura nicaragüense. Un gran número de democracias, incluida Costa Rica, han condenado y desautorizado su legitimidad. Estados Unidos y la Unión Europea han impuesto o intensificado sanciones a varios representantes de la dirigencia gobernante.

Cinco días después, la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), por abrumadora mayoría, aprobó una resolución que rechazó los resultados electorales e instruyó a su secretaría general para evaluar la situación en el país antes del 30 de noviembre. Lo que seguirá está por verse.

Daniel Ortega, lejos de buscar otras vías, incluso cosméticas, que envíen un mensaje positivo a su pueblo y a la comunidad internacional, ha optado deliberadamente por elevar su condición de paria internacional. Esto se refleja en su decisión de abandonar la OEA, que su ministro de Relaciones Exteriores, Denis Moncada, calificó de «instrumento de injerencia e intervención». Es un proceso que, según el estatuto de la organización, llevará dos años, pero ya ha comenzado y aumentará el aislamiento del régimen y, lamentablemente, también de la nación.

Sin duda, la dictadura quiere que la dejen prácticamente sola para hacer lo que quiera sin ser responsabilizada. Sus únicos aliados son la dudosa compañía de Cuba, Venezuela, Rusia e Irán. Sin embargo, también tiene la opción de acceder a préstamos de organismos financieros multilaterales, aunque esto podría verse obstaculizado muy pronto.

La salida de la OEA fue orquestada aproximadamente para que pareciera (¿a quién?) Como resultado de un consenso nacional. El 17 de noviembre, la Asamblea Nacional, dominada por el partido gobernante, aprobó una resolución llamando al ejecutivo a tomar esta acción. A la solicitud se unieron, en una alineación típica estalinista, la Corte Suprema y el Consejo Electoral, también apéndices de la familia gobernante. El 19mi, Moncada, dirigió una carta al Secretario General, comunicando la decisión, que también fue anunciada desde una escala en Managua.

Esta transmisión coincidió con otro hecho que puede explicarlo en parte: el 23 de noviembre, la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró «indignante» a Nicaragua por negarse a cumplir con las medidas provisionales de protección para 21 presos. esta jurisdicción, con sede en San José, Costa Rica.

En su resolución, la Corte califica la violación como un acto «contrario al principio internacional que impone al Estado el deber de cumplir de buena fe con sus obligaciones convencionales, así como una violación de la obligación de informar» al Estado. Corte . Además, anunció que presentaría este acto sin precedentes a la OEA, lo que probablemente resultará en alguna forma de sanciones.

Cuando un régimen, cualquiera que sea su naturaleza, decide, como una de sus líneas políticas, marginarse de otros países y organizaciones, implícitamente declara no solo su desprecio por el derecho internacional y otras normas universales de la sociedad. Conducta, siempre una fuente para modular su comportamiento, sino también para su propia gente.

Estas posiciones “deshonestas”, disfrazadas de dignidad, nunca reemplazarán la necesidad de un buen gobierno, el respeto por los derechos y las libertades y la rendición de cuentas a los ciudadanos. Esta es una razón más para que la OEA y el sistema interamericano en su conjunto redoblen el interés por la trágica situación de Nicaragua. Asimismo, tomar medidas drásticas de acuerdo con las disposiciones de la Carta Democrática Interamericana y apoyar en la medida de lo posible a los sectores internos que, inmersos en la represión y con enormes limitaciones, continúan luchando por la libertad.

Este artículo fue publicado originalmente en español en Confidencial y traducido por Havana Times.

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