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El legado de Jorge Mario García Laguardia – Prensa Libre

¿Cómo estudiar derecho constitucional en un país donde la Constitución ha servido de pretexto para reprimir, exiliar, desaparecer y matar? Esta es la cuestión de entender la obra de Jorge Mario García Laguardia. Es una paradoja haber fallecido dos días antes del Bicentenario, cartas y actos sin sustento nunca han sido de su agrado.

Exiliado primero por la Liberación, luego por Arana Osorio, García Laguardia dedicó su vida al estudio del derecho constitucional, entendido como el reconocimiento de los derechos fundamentales, luego al marco institucional necesario para garantizarlos. Ser guatemalteco es interesante porque en los años 60 y 70 nuestro país fue un excelente ejemplo de lo que llamamos pseudoconstitucionalismo; es decir regímenes autoritarios con una capa de barniz manteniendo una constitución «vigente».

¿Qué podría aportar un constitucionalista guatemalteco al mundo en este momento? Méndez Montenegro había aceptado el poder condicionado por el ejército, Arana llegó a reprimir y pasó casi cuatro años en estado de sitio; Laugerud entra por fraude flagrante y Lucas mató y desapareció a tantos como pudo. García Laguardia ha estudiado el fenómeno político jurídico y está haciendo todo lo posible para que las nuevas generaciones, que han vivido la discusión de la Constitución de 1984-1985, puedan valorar el nuevo esfuerzo. Las constituciones, de la Liberación de 1956 y de las Fuerzas Armadas de 1965, eran textos formales, pero no legítimos, porque sus asambleas constituyentes estaban integradas en un solo expediente. Hubo un pánico de disensión.

Jorge Mario García Laguardia viene a apoyar la Conferencia Constitucional organizada por el Colegio de Abogados en 1984, comienza a hablarnos de la participación guatemalteca en la Constitución de Cádiz de 1812, cómo se incorporaron los principios liberales en la Constitución Federal de Centroamérica; Ilustra cómo el régimen conservador de Carrera estableció la República de Guatemala y cómo la Revolución Liberal de 1871 representó un hito histórico, un divorcio entre norma y liderazgo, destacó los avances propuestos por el gobierno unionista bajo la efímera presidencia de Carlos. Herrera, quien por ello le dio el habitáculo habitual, y cómo se adoptó el constitucionalismo social hasta 1945, así como la dinámica contrarrevolucionaria de la invasión del 54 y cómo llegamos a la «constitución del peor tipo posible» en 1965.

Jorge Mario García Laguardia fue de los primeros en señalar, a diferencia de la guerrilla, que la Constitución de 1985 era legítima y que era necesario impulsar su verdadera vigencia para no convertirla en una mera «hoja de papel». También impulsó el proceso de paz con todas sus fuerzas. Escribió con Edmundo Vásquez Martínez la propuesta de la USAc para debatir en la Asamblea Constituyente, libro fundamental para entender el proyecto de reforma constitucional boicoteado por Jimmy Morales y Jafeth Cabrera.

Magistrado del Tribunal Constitucional y abogado de derechos humanos, historiador y profesor universitario, gran conversador, verdadero amigo, que está ahí para tender la mano y echar una mano. Hace seis años, con la caída de Otto Pérez, destacó: “Ya ha llegado al límite. Tenemos que hacer una revolución. Debemos cerrar el Congreso y otras instituciones públicas, establecer un gobierno fuerte y organizar una discusión general para rehacer el país. Sabía que las mafias podían recuperar el poder y romper el impulso. Lo hizo bien.

Jorge Mario ya no estará físicamente con nosotros, pero su ejemplo permanece en muchos, así como su amor por Mila, su inseparable compañera; a sus hijos Eréndira, Anaité y Jorge Mario, pero sobre todo en este terreno que tiene un hijo consecuente con verdadera vocación democrática.