El mayor desastre lo provoca la ignorancia - Prensa Libre

Elecciones en Venezuela – Prensa Libre

Las elecciones en Venezuela no fueron ni libres ni transparentes, no contaron con las mínimas garantías de limpieza propias de una democracia, como lo expresó claramente el informe preliminar de la misión de observación de la Unión Europea (MOE). Buena parte de los dirigentes democráticos están presos, exiliados o discapacitados, los símbolos y bienes de los principales partidos de oposición han sido robados y entregados, por la Corte Suprema madurista, a unos pocos «opositores» que han sido vendidos al régimen. por un «puñado de dólares».

Los medios de comunicación están bajo el control del régimen. El árbitro electoral fue nombrado por la Asamblea ilegítima del 2020, con una mayoría de miembros del régimen y la presencia minoritaria de dos personalidades respetables de la oposición, pero en el marco de una organización burocrática ampliamente controlada por el régimen, como también lo está el Poder Judicial. De hecho, el Ministerio de Educación certificó que en Venezuela no existe un estado de derecho y que el régimen ha utilizado el presupuesto estatal y en general todo el aparato estatal para movilizar y presionar a sus electores e intimidar a sus opositores.

El régimen tenía dos objetivos relevantes: mantener y profundizar la división de la oposición, entre otras cosas alentando la abstención, y proyectar una imagen de «apertura mental» ante la comunidad internacional. El primero tuvo éxito, pero el segundo fracasó. En cuanto a los resultados, es relevante señalar que, aun con la división entre participantes y abstencionistas, la oposición ganó el 54% de los votos nacionales y que de 27 alcaldes controlaba 117.

La falta de unidad en las nominaciones resultó en la pérdida de la mayoría de las gobernaciones. El régimen, con todas sus ventajas, presiones y amenazas, obtuvo sólo el 46% de los votos y el resultado más bajo de su historia; solo logró movilizar al 18% del electorado. Una parte muy pequeña de los votos de la oposición votó por los partidos tradicionales usurpados por los vendidos al régimen; sin embargo, este voto debe contarse en la oposición. Lo más probable es que una buena parte de esos votantes pensaran que estaban votando por su antiguo partido y no querían votar por el régimen de todos modos.

Entre los militantes abstencionistas, hay quienes asumen la abstención (60% nacional y 75% en zonas con mayoría tradicional opositora) como un voto a su favor. Parecen olvidar la inmensa diáspora venezolana, la tradicional abstención de las elecciones locales, la llamada abstención estructural y la desconfianza del árbitro electoral, entre otros. Por cierto, una de las acusaciones más utilizadas por los activistas sin derecho a voto fue que el voto legitimó al régimen. Las virulentas críticas de la comunidad democrática internacional contra el “hecho” electoral muestran que este régimen no está legitimado por nada.

Por el contrario, la presencia de la MOE, muy criticada en círculos abstencionistas, fue decisiva para impedir el objetivo fundamental del régimen de mejorar su imagen. El resultado electoral y la falta de unidad de la oposición, incluso entre los participacionistas, alienta una sana renovación del liderazgo opositor. Sin embargo, el llamado a que «todos se vayan» es poco práctico, poco realista e injusto.

No se deben olvidar los años de prisión, exilio, asilo, inhabilitación, intimidación y amenazas que han sufrido muchos. Los líderes surgen, no se inventan ni se producen. La renovación tiene que ser algo natural en todas las organizaciones y aquellas que no lo hagan tenderán a desaparecer. El apoyo de la comunidad internacional es absolutamente fundamental para la oposición, aunque insuficiente, y la comunidad internacional apoya a Guaidó y a la NA de 2015.


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