El mayor desastre lo provoca la ignorancia - Prensa Libre

¿Fe sin Dios?

La fe cristiana y la teología que la explica entraron en crisis a partir del siglo XVI. Luego tuvo lugar la Reforma, que dividió al cristianismo occidental. Fue la consecuencia de una nueva cultura basada en una nueva forma de usar la razón para conocer las cosas. En el campo de la física, se ha descubierto la estructura matemática de la realidad; en teología se empezó a aplicar el método crítico, que luego de cuatro siglos nos condujo al declive de Dios.

Al principio, la crítica se centró en el texto del Nuevo Testamento. Se encontró que se habían introducido variaciones en su transmisión. El original tuvo que ser rescatado por la crítica textual. Lutero decidió leerlo independientemente de las interpretaciones recibidas y así formuló sus posiciones teológicas diferentes a las de los católicos. Otros también hicieron sus lecturas personales y comenzó la multiplicación de iglesias y congregaciones.

Dentro del protestantismo, la crítica continuó. A partir del siglo XVIII, bajo la influencia del racionalismo y la crítica histórica, la teología protestante sufrió otra modificación: todo lo extraordinario y sobrenatural del Nuevo Testamento, desde la concepción virginal de Jesús hasta su resurrección, se clasifica en el mito. . Esta crítica, dentro del protestantismo, dio lugar, a finales del siglo XIX, a la llamada “teología liberal”, según la cual la principal aportación de Jesús es su doctrina ética. Estas transformaciones culturales también han afectado a la teología católica. A principios del siglo XX, el «modernismo» representó el intento católico de equiparar la teología con la cultura dominante en la que la razón científica es el único criterio de verdad. Lo sobrenatural ha dado paso a la pastoral práctica.

Dentro del protestantismo ha habido reacciones. El fundamentalismo rechazó la crítica histórica como método exegético y afirmó la verdad de la literalidad del texto bíblico en los asuntos centrales de la fe: la concepción virginal de Jesús, su condición divina, su resurrección, su segunda venida, la redención de los pecados en la Cruz. Otra reacción en la arena protestante ha sido el movimiento pentecostal, que ha enfatizado la experiencia espiritual como una demostración de la realidad trascendente de Dios y su salvación más allá de este mundo. Ambas reacciones también afectaron al catolicismo. La teología católica conservadora enfatiza el fundamento metafísico como la plataforma que permite la apertura a Dios, y la experiencia católica pentecostal se está extendiendo por todas partes. Pero la opción de silenciar cuestiones doctrinales y sobrenaturales para abordar cuestiones prácticas también es muy fuerte. Es más común escuchar una homilía con contenido moral que una homilía con contenido teológico; del juicio final y del cielo, apenas hablamos allí. Parece que la fe es válida si es capaz de crear una sociedad justa e inclusiva, y no tanto si conduce a Dios.

Una vez le preguntaron a Jesús cuál era la principal enseñanza de las Escrituras. Respondió con dos citas: una decía que hay un solo Dios, a quien debemos amar con todo lo que somos y tenemos, ya que no hay otro con quien compartir fidelidad y amor; la otra cita era el mandamiento de amar a nuestro prójimo como si fuéramos nosotros mismos. En la actual crisis de la teología y la pastoral, la articulación de las dos partes es problemática. El amor de Dios por sí mismo parece un escape a la realidad histórica, donde la fe debe validarse. Por eso la segunda parte parece la forma adecuada para asegurar el compromiso de todos en la transformación de la sociedad, independientemente de la cuestión de Dios. Pero, ¿qué puede ser la fe sin Dios?

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