Funcionario, no empresario – Prensa Libre
Mientras la mayoría de emprendedores, comerciantes y empresarios buscan sobrevivir a esta dolorosa pandemia, algunos “emprendedores” optan por ejercer en el sector público mientras sus negocios continúan operando y desde allí hacen trampa, lucrando su puesto para su beneficio. Es cómo se roba la salud, la educación y el futuro de nuestras hijas e hijos, generaciones. Por eso sugiero que todo aquel que quiera ser funcionario se desvíe de sus empresas para evitar conflictos de intereses.
No es ningún secreto que unos pocos en el sector empresarial siempre han influido en las decisiones políticas, la creación de leyes y el control del poder. Durante las últimas elecciones estamos asistiendo a un aumento en la participación de los empresarios, ya sea como candidatos en las elecciones populares o como funcionarios, al punto que muchos, sin pudor, construyen mansiones o abren negocios en el ejercicio de funciones públicas. En Guatemala, el hecho de que el interés de estas pocas personas oriente al poder público genera altos índices de desnutrición crónica, pobreza extrema para la mitad de la población, falta de educación, salud y calidad de infraestructura y migración forzada.
Conozco a muchos empresarios, comerciantes y hombres de negocios nobles, éticos y honestos. Seguro que tú también. Son la columna vertebral de la economía guatemalteca y por eso merecen la libre competencia en el mercado, que se valore su creatividad, innovación y, sobre todo, su ética, para seguir contribuyendo al progreso equitativo. A diferencia de ellos, los que hacen trampa para «ganar» no son empresarios, sino delincuentes.
Y es que un empresario que no se desvincula de su empresa cuando ejerce un cargo público presenta un grave problema ético y un conflicto de intereses que, muy probablemente, se traduce en corrupción, traicionando así la vocación de servicio.
En un país con un sistema electoral en el que prevalece la financiación privada, el hecho de que un presidente o un funcionario público no se separe completamente de sus intereses comerciales al asumir el cargo es ilógico y poco ético. Es casi inevitable que este «empresario» aproveche su posición de poder para promover sus intereses, los de sus patrocinadores o los de su sector. Y esto representa competencia desleal, trampas, corrupción y un acto delictivo. Un presidente o un funcionario debe saber que se le debe al pueblo y debe actuar de acuerdo con la Constitución, y que su mandato es promover la unidad nacional.
Un empresario ético y honesto es aquel que trabaja en el sector privado y, desde allí, contribuye al desarrollo del país con la creación de empleos dignos, el pago de impuestos y la productividad. Quien, sin apartarse por completo de sus intereses empresariales, asume un cargo público y se aprovecha de su cargo para hacer negocios y enriquecerse, claramente no es un emprendedor, sino un pseudoemprendedor oportunista y criminal.
No digo que un emprendedor no pueda o no deba participar en política. Lo cierto es que un empresario que busca un cargo de elección popular o acepta un cargo público debe dejar de ejercer su actividad mientras sea funcionario, a fin de garantizar la prestación de un servicio honesto, ético y para el bien común.
Por supuesto, no existen carreras, habilidades y competencias específicas para gobernar un país o ocupar un cargo público. Lo más importante sería que, por ética, transparencia y respeto al verdadero emprendedor, el empresario que opta por el servicio público se quite la “camisa” de emprendedor y esté dispuesto a servir plenamente a la gente.