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Impide que Ortega consolide su dictadura

Daniel Ortega, con el apoyo de las instituciones bajo su control, ha intensificado la ofensiva autoritaria y represiva, deteniendo ilegalmente, en los últimos meses, a más de 30 líderes de diversos sectores, incluidos los siete candidatos presidenciales de la oposición.

El 7 de noviembre Nicaragua realizará elecciones generales para elegir al presidente, vicepresidente, 90 miembros de la Asamblea Nacional y 20 miembros del Parlamento Centroamericano. Pero estas elecciones tienen un carácter perverso.

Mientras las elecciones democráticas se caracterizan por la certeza en las reglas de juego y la incertidumbre de los resultados, en este proceso ocurre todo lo contrario, con la consecuente reelección fraudulenta de Daniel Ortega y Rosario Murillo y su intención de perpetuarse de manera indefinida en el poder.

La dictadura de Ortega es producto de la rigurosa aplicación -paso a paso, a lo largo de 15 largos años ya la vista- del Manual del Nuevo Autoritarismo que enseña cómo asesinar paulatinamente la democracia del poder.

Esto comienza a ser minado desde adentro por líderes elegidos por el pueblo, que modifican las reglas de la competencia para acomodarlas a su conveniencia (reelección indefinida, apropiación de recursos estatales, discriminación progubernamental); luego, monopolizan y celebran los pilares institucionales básicos de la democracia – poder judicial, órganos de control, fuerzas de seguridad – todo ello acompañado de ataques contra partidos de oposición y libertad de expresión, hostigamiento a empresarios y grupos de la sociedad civil ajenos al régimen, etc., hasta el establecimiento definitivo de agencias represivas y las crecientes restricciones a las libertades civiles y políticas.

Los tres gobiernos que sucedieron a Daniel Ortega tras su derrota en febrero de 1990 -Violeta Barrios de Chamorro, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños- no han logrado consolidar una democracia inclusiva, competitiva y de calidad. Desde el regreso al poder de Daniel Ortega en 2006, la situación se deterioró hasta el estallido social de abril de 2018.

La dictadura, sintiéndose amenazada, reaccionó con especial ferocidad y cometió graves violaciones a los derechos humanos y el asesinato de 328 personas; crímenes de lesa humanidad (así los califica la Corte Interamericana) que quedan impunes.

La crisis de abril debilitó al régimen y lo forzó a un proceso de diálogo que luego manipuló a su favor. Por otro lado, a mediados de 2020, debido a la presión nacional e internacional, el régimen acordó llevar a cabo una serie de reformas a la ley electoral, que también fueron manipuladas a su favor, acentuando la hegemonía del partido en el poder y reduciendo las garantías. . oposición a participar en elecciones libres y justas.

Desde entonces, todo se ha deteriorado. El reciente informe elaborado por IDEA Internacional, Urnas Abiertas y la Universidad Católica Andrés Bello de Venezuela, que recomiendo leer (“Elecciones en Nicaragua 2021: un plan fraudulento para acabar con la democracia, en www.idera.int), analiza el proceso continuo de erosión de las garantías democráticas y las violaciones de derechos humanos ocurridas entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, y explica con rigor por qué estas elecciones son ilegítimas y sus resultados no deben ser reconocidos.

En efecto, a medida que se acercaba la fecha de las elecciones, Ortega, con el apoyo de las instituciones bajo su control, intensificó la ofensiva autoritaria y represiva, deteniendo ilegalmente, en los últimos meses, a más de 30 líderes de diversos sectores, incluidos los siete candidatos a presidentes de oposición. – que permanecen privados de libertad – y la anulación de la personalidad jurídica de los tres principales partidos de oposición. A lo anterior hay que agregar muchas medidas arbitrarias adoptadas por un Consejo Supremo Electoral que está bajo el control absoluto del partido gobernante, incluida la eliminación de la lista electoral de alrededor de 1 millón de votantes, la cancelación de » al menos 1.100 centros de votación, el uso de recursos estatales en beneficio exclusivo del partido gobernante y la coacción sistemática para condicionar las preferencias de los votantes, incluidos los funcionarios y sus familias, en beneficio del partido gobernante.

Nuestro informe también refleja la dramática situación de los derechos humanos, con actos recurrentes de violencia y hostigamiento contra defensores de derechos humanos; ataques a la libertad de expresión, medios de comunicación y periodistas, y libertad de asociación y manifestación. Actos agravados por un estado policial, la marcada debilidad del estado de derecho, la falta de independencia judicial y la corrupción estructural e impunidad que persisten en el estado.

Estas elecciones, en las que Daniel Ortega pretende su cuarto mandato consecutivo, se desarrollan en un clima de fuerte represión, con espacios de oposición democrática cerrada y sin garantías básicas de integridad electoral. Por tanto, carecen de legitimidad y credibilidad y sus resultados deberían ser desconocidos.

¿Qué hacer después del 7 de noviembre? La responsabilidad principal en la lucha por restaurar la democracia recae en los actores nacionales, pero, dadas las brutales acciones represivas, el papel de la comunidad internacional es fundamental.

Estados Unidos, Europa, Canadá y los países de América Latina deben denunciar enérgicamente la farsa electoral, ignorar los resultados y trabajar, de manera coordinada, con los sectores democráticos nicaragüenses para aumentar la presión sobre el régimen y exigir la liberación inmediata de presos políticos, pleno respeto a los derechos humanos, el fin del estado policial, el restablecimiento del orden constitucional y la reapertura urgente del proceso de negociación para encontrar una solución negociada y pacífica que incluya el ensayo de elecciones en condiciones de competencia y transparencia, y en presencia de una observación electoral internacional calificada.

Si Ortega no cede, debe haber una nueva ronda de sanciones individuales (contra Ortega, Murillo y sus familiares, miembros del régimen y las empresas e instituciones que los apoyan), la interrupción de todos los préstamos internacionales de organismos financieros internacionales y organizaciones regionales y la suspensión de Nicaragua de la OEA en virtud de la Carta Democrática.

Ahora es el momento de maximizar el costo de permanecer en el poder. Debe terminar la impunidad por sus acciones. Hay que impedir que Ortega consolide su dictadura. Hay mucho en juego, no solo en Nicaragua, sino también en toda la región.


* El autor es director regional de International IDEA CID

@ zovatto55

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