El mayor desastre lo provoca la ignorancia - Prensa Libre

Justicia y otras fábulas – Prensa Libre

La voluntad de perseguir una fórmula precisa, infalible y humana para hacer justicia, en cualquier orden de vida, debe cruzar un callejón lleno de amenazas, ambiciones y acuerdos ultrasecretos. El resultado solo puede ser una sanción parcial en beneficio del que tiene las mejores armas. No se refiere únicamente a los niveles más altos de la administración de justicia. Este camino por el que andamos a tientas comienza en el corazón del hogar y continúa sin interrupción por la escuela, la vida social, el lugar de trabajo y cualquier espacio donde desarrollemos alguna actividad.

El concepto de justicia es universal y determina la aplicación de un principio moral que rige la aplicación de la ley, basada en la verdad, para dar a cada uno lo que le corresponde. Es un estándar sustentado en cuatro pilares fundamentales: equidad, igualdad, imparcialidad y libertad. Cuando miramos los sistemas creados por las autoridades políticas, según los principios de los cuales se establecen los códigos y se define la estructura y los responsables que gestionarán su respeto, estas columnas han perdido fuerza para ser reemplazadas por otras cuatro. : ambición, poder, discriminación, racismo. En esta tabla, podemos ver cuánto influye esta visión distorsionada del valor de la verdad en la vida personal en el aparentemente simple hecho de dar a todos lo que se les debe.

Durante los primeros años de vida – un ser humano es capaz de retener en su memoria experiencias desde temprana edad – la actitud de los padres y madres hacia sus hijas e hijos es capaz de imprimir una forma de comportamiento y una perspectiva de la verdad y, en consecuencia, sobre las consecuencias de sus acciones. A partir de ahí comienza el enfrentamiento de un nuevo ser con el concepto de justicia, un aprendizaje que permanecerá durante toda su vida.

No hay espacio en el desarrollo de la existencia donde un individuo no se enfrente a una decisión de esta naturaleza, y cada vez que sucede algo cambia en la percepción de lo que consideramos correcto. Sin embargo, con frecuencia damos por sentada la relevancia de decisiones que afectan no solo a nuestro entorno inmediato, sino también a grandes conglomerados humanos cuyas vidas se ven amenazadas, al amparo de leyes emanadas de organismos que se supone respetan los principios de equidad, igualdad, justicia y libertad. .

Es entonces cuando debemos desenrollar la madeja y buscar el comienzo del hilo para entender cuando la ley y la justicia se torcieron para dedicarse al provecho de un sector privilegiado de la especie humana. Un ejemplo es el complejo entramado de normas sobre cuya base se desarrolla el comercio internacional y la protección de las marcas, cuyos intereses van incluso más allá de la autonomía de los países o, para no ir demasiado lejos, las leyes que regulan y determinan – oficinas oficiales asépticas y ajenos al dolor humano: el destino de millones de migrantes que buscan, ni más ni menos, sobrevivir.

No hay mayor decepción que una decisión injusta, ya sea en casa, en la escuela, en el trabajo o en cualquier relación personal. Sin embargo, no hay nadie que no haya tenido la experiencia en algún momento de su vida. Pero que esta injusta decisión emane de un órgano encargado de administrar la aplicación de las leyes -cuya sentencia tiene peso definitivo- es un golpe mucho más duro. Estamos en un período de profunda crisis, donde la verdad es un bien negociable y la imparcialidad una utopía lejana. Es un momento en el que la igualdad dejó de ser un valor para convertirse en un privilegio, y la libertad no es más que una hermosa palabra para ser impresa en una pancarta.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *