La maratón electoral que puede alterar el mapa político regional

La maratón electoral que puede alterar el mapa político regional

Noviembre va acompañado de una apretada agenda electoral: cinco elecciones en cuatro domingos sucesivos, incluidas tres presidenciales y legislativas (Nicaragua, Chile y Honduras), a mediano plazo (Argentina) y a nivel regional y municipal (Venezuela). La maratón electoral comienza y termina en Centroamérica (Nicaragua y Honduras respectivamente), mientras que las otras tres elecciones se llevarán a cabo en Sudamérica.

Todas estas elecciones se desarrollan en un contexto regional complejo y exigente. En el ámbito económico, tras una fuerte caída del PIB regional de casi el 8%, este año veremos un repunte en torno al 6,3%, pero sin proyección de continuidad para 2022, ya que luego caerá al 3% (FMI, octubre 2021). Este crecimiento es muy heterogéneo y sigue adoleciendo de problemas estructurales: desigualdades, pobreza, poca inversión y baja productividad. Recordemos que de 2014 a 2019, la región ya sufría un crecimiento anémico (menos del 0,5% en promedio), un período de cinco años perdido.

El carácter de crisis múltiple que desencadenó la pandemia (salud, economía, social y gobernabilidad) expuso los déficits estructurales de la región, aceleró las tendencias y planteó problemas. El aumento significativo de la pobreza (más de 22 millones de nuevos pobres), la desigualdad (3 puntos GINI) y el desempleo (11%), así como los altos niveles de corrupción e inseguridad ciudadana, son una combinación tóxica para la estabilidad política.

El malestar social ya estaba presente antes de la llegada del covid-19, como lo demuestran las numerosas manifestaciones durante el segundo semestre de 2019; Manifestaciones que han sido puestas en cuarentena por la pandemia, sin que se resuelvan las causas que las motivaron, lo que genera el riesgo de su retorno a varios países.

El apoyo a la democracia sigue siendo bajo (49%) y el descontento muy alto (70%). La confianza en las instituciones políticas también es baja (13% de los partidos políticos y 20% de los congresos). En varios países, la división de poderes se ha debilitado a medida que los órganos electorales, la justicia y la libertad de expresión son objeto de fuertes ataques por parte del poder político.

El domingo pasado, Nicaragua inició la maratón electoral con «elecciones» para presidente y vicepresidente (en una vuelta), 90 miembros de la Asamblea Legislativa y 20 miembros del Parlamento Centroamericano. En ellos, el dictador Daniel Ortega ha logrado, en una farsa electoral, su cuarto mandato consecutivo, en su afán de consolidar su dictadura familiar para permanecer en el poder indefinidamente. Las elecciones se desarrollaron en un clima de fuerte represión, con el cierre de todos los ámbitos de la oposición democrática –los siete principales candidatos presidenciales encarcelados y tres partidos de oposición cuya personería jurídica fue anulada– sin las garantías básicas de integridad electoral y sin la presencia de representantes confiables. observadores internacionales. . A pesar de que el régimen asegura haber obtenido el 75% de los votos y que la participación electoral fue del 65%, lo cierto es que la abstención fue altísima. Según la ONG nicaragüense Urnas Abiertas, la abstención ronda el 81,5%, y la victoria fue amañada por y para Ortega. Este fue un proceso imperfecto, desprovisto de toda legitimidad y credibilidad, cuyos resultados deben ser desconocidos dentro y fuera de Nicaragua.

Hoy Argentina celebrará elecciones de mitad de período similares a un referéndum. En juego, la mitad de la Cámara de Diputados (127/257 legisladores) y un tercio del Senado (24/72 senadores). Las PASO supusieron un serio revés para el gobierno, que lo obligó a oxigenar su gabinete, a activar en la medida de lo posible los «dispositivos» para movilizar a sus simpatizantes e implementar un paquete de medidas que van desde la congelación de precios hasta el «plan plateado». «. –Con un fuerte contenido de mecenazgo– para mejorar sus posibilidades en las urnas. Un resultado similar al de PASO, dejaría al gobierno en una posición marcadamente débil, con una gobernabilidad frágil (podría perder su propio quórum en el Senado y dejar de ser la primera minoría de diputados) y exacerbar las disputas dentro de la decisión. coalición de cara a las elecciones presidenciales de 2023. La elección sigue abierta y el nivel de participación, que se estima varios puntos más alto que en septiembre, podría ser clave para los resultados.

En una situación muy compleja – malestar social, un clima económico enrarecido, alta incertidumbre, volatilidad y polarización, debilitamiento de los partidos tradicionales, juicio político contra el presidente y un proceso constituyente que se está dando en paralelo a la campaña – Chile irá a las urnas en una semana, domingo 21 de noviembre, para elegir al sucesor de Sebastián Piñera, 155 diputados y 43 senadores.

En estas inéditas elecciones chilenas, lo único que parece seguro es que el presidente se definirá en la segunda vuelta del 19 de diciembre. Según las últimas encuestas, los dos candidatos mejor situados para presentarse a las elecciones son Gabriel Boric (desde la izquierda) y José Antonio Kast (desde la extrema derecha). En un país con voto voluntario y una tradición de escasa participación electoral (44% en promedio en las últimas cinco elecciones), movilizar a los votantes y a quienes votarán podría inclinar la balanza hacia el ganador en ambas rondas.

El mismo 21 de noviembre, los venezolanos tendrán elecciones regionales y municipales para elegir a 23 gobernadores, 335 alcaldes y concejales y muchos diputados locales. Sin contar con todas las garantías, el proceso electoral registra algunos avances respecto al pasado: una autoridad electoral renovada (con dos de los cinco rectores ajenos al chavismo) y la presencia de observadores internacionales por primera vez en 15 años, incluido el ‘ Unión Europea; condiciones que alentaron a la oposición a participar a pesar de los altos riesgos que existen y el historial de fraude electoral del régimen.

Las elecciones se desarrollan en una situación política tensa. Por un lado, los diálogos con toda la oposición en México, mediada por Noruega, en busca de una transición democrática fueron suspendidos por el régimen por la detención internacional y extradición a Estados Unidos de Alex Saab, uno de los principales hombres de confianza de Maduro. Por otro lado, la semana pasada, el fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, anunció durante su visita a Caracas la apertura de una investigación formal sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos en Venezuela.

Honduras, el 28 de noviembre, cierra el mitin electoral latinoamericano. El presidente es elegido en una sola vuelta, 128 diputados al Congreso, 298 corporaciones municipales, 2.092 concejales y 20 diputados al Parlamento Centroamericano. Desde el golpe de 2009, el país centroamericano ha experimentado un creciente deterioro de sus instituciones democráticas: una reelección impugnada del presidente Juan Orlando Hernández en 2017, denuncias de militarización, corrupción y vínculos comprobados de familiares y amigos. Miembros del gobierno con él. . narcotráfico y crimen organizado.

Las elecciones serán monitoreadas por misiones de observación electoral, entre las que destacan la OEA y la UE. La elección se jugará entre la continuidad que ofrece el candidato oficial, Nasry Asfura -ajustado por sospechas de vínculos con el narcotráfico y la corrupción- y el giro a la izquierda radical propuesto por la alianza opositora liderada por Xiomara Castro de Libertad y Refundación (esposa de depuesto presidente Zelaya, en 2009) con Salvador Nasralla. En las últimas encuestas, la oposición empieza a tomar la delantera aunque las previsiones son reservadas.

Este maratón de noviembre cierra el primer año del superciclo electoral latinoamericano, conformado por un intenso programa de cinco elecciones presidenciales y legislativas (Ecuador, Perú, Nicaragua, Chile y Honduras), una legislativa separada (El Salvador) y dos elecciones. elecciones de mitad de período (México y Argentina), una elección para votantes convencionales (Chile) y elecciones subnacionales en varios países de la región.

En tres de los cinco países (Chile, Honduras y Argentina), los escenarios electorales permanecen abiertos, caracterizados por altos niveles de incertidumbre, volatilidad y polarización, así como un posible voto punitivo para la función pública que, de confirmarse, conducirá a importantes cambios políticos en el mapa político regional – más heterogeneidad y fragmentación – y desafíos crecientes en términos de estabilidad política y gobernabilidad.

Texto original publicado en La Nación Argentina

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