La toxicidad de la perfección

Ética en la gestión pública

Hace unas semanas, anuncié que reduciría drásticamente mis apariciones en las redes sociales. Justo en estos días en que el mundo ha estado más convulsionado, con hechos como los que sucedieron en Afganistán, todo cobró sentido cuando nos dimos cuenta de que el 10% de nuestra vida que estamos mostrando a través de esa ventana de Instagram (por decir una de las más popular) podría convertirse en un escaparate de felicidad tóxica.

Hace unas semanas, anuncié que reduciría drásticamente mis apariciones en las redes sociales. Justo en estos días en que el mundo ha estado más convulsionado, con hechos como los que sucedieron en Afganistán, todo cobró sentido cuando nos dimos cuenta de que el 10% de nuestra vida que estamos mostrando a través de esa ventana de Instagram (por decir una de las más popular) podría convertirse en un escaparate de felicidad tóxica.

Esto ya me había pasado en mis capacitaciones y talleres, cuando descubrimos que entre nuestros seguidores se había desarrollado una especie de ansiedad por encontrar una meta o un ikigai que no es necesariamente el caso de todos. Entonces, si alguien no tenía una razón para ser identificado o aún se sentía completamente feliz en su vida, eso significaba que algo andaba mal con él.

Si profundizamos un poco más, encontramos que la felicidad tóxica es definida por la Asociación Nacional de Educación (NEA) de los Estados Unidos de la siguiente manera: “es la imposición del pensamiento positivo como única solución a los problemas, desterrando las emociones negativas”.

Se han disparado todas las alarmas señalando que la felicidad tóxica puede ser la razón por la que algunas personas no pueden buscar ayuda psicológica especializada porque se sienten «inferiores» al optimismo imperante.

Cuando en nuestras reuniones nos invitamos a despertar del “piloto automático emocional” en el que caemos muchos de nosotros, no queremos que se piense que las únicas emociones aceptadas en el proceso son las de alta vibración o mal calificadas como positivas.

Somos un crisol de cientos de emociones, cada una de las cuales es preciosa y necesaria para seguir respondiendo al llamado de expandir la conciencia. ¿Recuerdas la película Intensely, o Insight out, y el papel principal que jugó el personaje de Tristeza en la resolución de la trama?

Noticias como el hecho de que ahora en las redes sociales podemos ocultar el indicador de la cantidad de «me gusta» son pasos tímidos hacia la ruptura de paradigmas que terminan perjudicando nuestro recorrido.

La recomendación seguirá siendo no compararse con la vida o el viaje de otra persona, y recordar que lo que nos muestran las redes sociales es solo un porcentaje mínimo de nuestra vida, normal y lleno de desafíos que el de cada uno de nosotros.

Seamos felices, pero la autenticidad de ser auténtico, no la toxicidad de la perfección.