El mayor desastre lo provoca la ignorancia - Prensa Libre

Listas abiertas o cerradas: el debate inconcluso

Votamos por los partidos políticos y son ellos quienes primero elaboran las listas de diputados y las colocan en el orden que estimen oportuno. A partir de ahí -y teóricamente- el escaño pertenece al partido porque elabora la lista en la que aparecen los elegibles y recibe el voto ciudadano, aunque en la práctica no es así. Para corregir este control absoluto de los partidos, hay propuestas para abrir las listas y que cada votante elija el candidato que quiera, aunque no sé si serán los partidos políticos quienes los volverán a proponer en esta alternativa o en un sin fin. Se permitirá la lista con todos los que deseen participar. En ambos casos, creo que hay un diálogo entre los extremos y que no se encontrará una solución equilibrada.

Los partidos políticos son organizaciones que sirven como intermediarios entre los ciudadanos y el poder político o que implementan su programa de gobierno si son elegidos para hacerlo. En las democracias modernas, han sido útiles y han generado una institucionalización que beneficia al ciudadano al implementar el programa ideológico que proponen. Otra cosa es que en algunos lugares se prostituyeron, lo que no niega el principio general señalado. Por lo tanto, es necesario encontrar un equilibrio, y votar directamente y votar por el partido podría ser una mejor solución que optar por uno u otro exclusivamente. Se puede buscar una fórmula -dentro del marco constitucional- en la que los diputados nacionales sean elegidos por lista partidaria y los diputados de circunscripción por uninominal. O, que algunas circunscripciones -para compensar- también sean elegidas por partido y otras nominalmente, buscando un equilibrio numérico entre unas y otras, para que el partido político no acapare el conjunto -como en la actualidad- ni la votación abierta anule la esencia de estos.

Establecido lo anterior, habrá representación partidaria nacional y distrital y representación distrital y territorial personalizada, lo que generará un mayor equilibrio de poder al diluir las topadoras que han mostrado absoluta perversidad. Además, los diputados de los distritos electorales, elegidos de listas abiertas o por partido, deben estar registrados en ese distrito electoral durante al menos cinco años antes de la elección, o un período similar que prevenga u obstaculice el oportunismo basado en la política o la política del candidato. interés personal.

A lo anterior hay que añadir la necesidad de incluir la noción de «yo no voto por nadie» como opción de voto, para que el ciudadano, descontento con todas las candidaturas, pueda hablar y hablar de «elección» y no de «selección». . ”El“ voto por nadie ”dejaría vacantes los escaños que correspondan a su escrutinio, lo que podría impedir mayorías calificadas o que requieran un número de diputados que quizás, por haber escaños vacíos, no se lograría, lo que sería precisamente el reflejo de la representación democrática.

En definitiva, la elección –y no la selección– supone la posibilidad de que el ciudadano vote por quien quiera, y cuando esto es imposible, es necesario al menos establecer una fórmula que permita disentir con las listas propuestas, evitando así promover la promoción electoral. vehículos y ningún partido político con programas a largo plazo.

El desafío es ver si esto se puede hacer lejos de los extremos y evitar el uso continuado del partido y su financiamiento como elemento para alcanzar el poder a través de una inversión que luego dará sus frutos a través de la corrupción o el nepotismo.

El marco teórico está suficientemente definido, los detalles se pueden completar en cuestión de semanas y, como siempre, falta la voluntad de hacer las cosas y el carácter necesario para exigirlas al público.

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