El mayor desastre lo provoca la ignorancia - Prensa Libre

Los «botes de basura» debajo de la alfombra – Prensa Libre

Han pasado más de siete años desde la primavera de 2014 cuando Barack Obama, entonces residente de la Casa Blanca, declaró una primera “crisis humanitaria” provocada por migrantes en su frontera sur. Decenas de miles de centroamericanos -en particular menores de edad- han derrumbado toda esta infraestructura migratoria y han dado una alarma que, hasta el día de hoy, era imposible de controlar. Obama declaró la crisis. Ordenó el retiro de los tres presidentes centroamericanos, quienes respondieron a una invitación que fue, digamos, deshonrosa. La ruta ya estaba dibujada en inglés. Nació el ahora olvidado “Plan de Alianza para la Prosperidad del Triángulo del Norte”. Fue un guión muy bueno. Pero más lejos, tres países pequeños, muchos de los cuales nunca antes hubieran oído hablar, han caído en el centro de uno de los principales debates políticos y electorales de ese país. ¡Qué amenaza! ¡Qué oportunidad! Hoy, siete años después, los episodios de crisis en gran éxodo, en lugar de ser controlados, se han multiplicado.

¿Qué logros hemos logrado desde entonces? Concretamente, en este tema de la inmigración, ¿cómo presentar avances? Miremos el ciclo de la movilidad: El de la expulsión, con todos los fallos que nos hacen un territorio inhóspito. ¿Cómo ha mejorado la posibilidad de una vida digna en Guatemala? O en la faceta del tránsito. ¿Qué ventaja tiene el país para los guatemaltecos en su marcha hacia su “sueño americano”? ¿O para otros que pasan por nuestro territorio y continúan su camino? Con solo recordar la tragedia de Tamaulipas (2021) y las múltiples represiones militares contra los centroamericanos, nos damos cuenta de la regresión en los humanos. ¿Y qué pasa con cualquier mejora en la vida de alguien que ya reside en el destino? Vivimos en una época que se avecina peligrosamente en el extranjero en los Estados Unidos, y los gobiernos locales no están adoptando una posición nacional, ni siquiera para salvar las apariencias. ¿O, finalmente, afrontar el regreso? Parece que es ahí donde hay trabajo, y hacia donde se dirigen los únicos esfuerzos de cooperación gubernamental e internacional: ampliar la capacidad del país para acoger a los deportados.

Desde esta crisis de 2014, Estados Unidos se ha sumado a los países donde el rechazo a los extranjeros va en aumento. Un fenómeno antiguo se ha convertido en un arma de la actualidad; Política; volátil. El tío Sam adopta una solución simple: descarte el problema. Financiar a México, primero, para capturar a los centroamericanos y devolverlos lo más rápido posible. Luego, para mantenerlos aislados en su borde. Además, el traslado de la captura a Guatemala. Los “acuerdos migratorios” creados durante la época del presidente Trump fueron un prólogo. Ya no se contentan con enviarnos compatriotas; nos hicieron el receptáculo de todos sus dolores. El único avance que vemos es la construcción de centros de recepción para repatriados. Para guatemaltecos y centroamericanos. Y, la amenaza de la llegada, a este desastroso país, de ciudadanos de todas partes.

Cuando llegó Kamala Harris, Giammattei habló sobre un centro de recepción de retornados en San Marcos que se está construyendo con fondos de USAID. Dijo que buscaba «apoyar a Estados Unidos para que podamos ayudar al flujo de personas (sic) que se encuentran en la frontera sur de Estados Unidos». ¿A quién está destinado a recibir? En un momento en que las crisis están estallando más allá de Centroamérica; en Haití; incluso en Afganistán, y en tantos otros países que sufren, uno se pregunta dónde pretenden cazarlos. El país del Norte no trabaja sobre las causas que motivan la migración. Este es el discurso. La realidad es que el extranjero es tratado como un desperdicio. Te barre debajo de la alfombra. ¿Y cuál será el tapete? ¿Seremos nosotros, maestro?


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