México. De amigo a … – Prensa Libre

El mayor desastre lo provoca la ignorancia - Prensa Libre

Siguen llegando noticias de El Ceibo. Inundan el corazón de ansiedad, empatizando con los migrantes devastados, que están siendo arrojados, como desechos humanos, hacia nuestra frontera más abandonada y lejana con nuestro vecino mexicano. El descarado desprecio por la vida, por cualquier dignidad humana, va más allá de muchas regulaciones. Los de los tratados internacionales, normas de obligado cumplimiento, que imponen una atención particular a la persona migrante, incluido su momento de máxima vulnerabilidad. Asimismo, se violó la normativa del protocolo, en la actualidad que devuelve a las personas sin siquiera ser deportadas formalmente, en ausencia de entrega de una autoridad migratoria a otra. Se dice que México está abandonando a personas cerca de la frontera con Guatemala y ni siquiera hay una deportación oficial. ¿Qué responsabilidad podemos esperar de los estados, si incluso las deportaciones ahora son clandestinas?

Pero hay un tercer orden, más bien moral, que el gobierno mexicano ha optado por ignorar, porque es el rostro expuesto y visible de una atrocidad inhumana, inapropiada para la modernidad. Y revisa la relación histórica entre su país y los países afectados. Con esta Centroamérica, con la que existe el deseo de forjar lazos de proximidad y fraternidad. Pero, además, para honrar la historia del patrimonio de su propia nación que, con valentía y sacrificio, se posicionó en el siglo XX como un faro de luz, un lugar con una puerta abierta, para los que estaban en peligro, y que encontraron en un México soberano, un lugar de vida; Una esperanza; refugio seguro. Terminó glorificando, más que nada, el nombre de su propio país, y también enriqueció su propia cultura. Le ha dado un lugar solvente en el contexto regional y global. Y le impuso una gran herencia, la de nuestro amigo México, que todavía hoy recordamos, porque sería indigno de olvidarlo.

Pronto es fácil recordar el nombre de los más importantes. Por ejemplo, desde Guatemala, ¿en qué se habría convertido un Luis Cardoza y Aragón sin la hospitalidad del pueblo mexicano? ¿O qué habría perdido el mundo sin el exilio de Mario Monteforte Toledo? Y así, en toda América Latina, e incluso en la España de Franco, donde innumerables personalidades, intelectuales y opositores que han resistido los más sangrientos regímenes represivos, han logrado instalarse en un lugar que garantiza la decencia humana. Pero más allá de estos eminentes, cabe mencionar hoy la apertura mexicana para acoger en su territorio a las poblaciones de quienes escaparon de la masacre. ¿Cómo olvidar esta página de la historia? Esta muestra de humanidad, de un gran país, que creo que es hoy el pisoteado y vilipendiado.

México era un buen amigo. Y buenos. Pero hoy, eso contrasta con lo que el gobierno del presidente López Obrador está dispuesto a realizar. Ser un obstáculo migratorio no es digno. Y el nuevo plan de deportación deja a hombres, mujeres y niños, incluso engañados, en la peligrosa jungla, a merced de los ilegales. Basta recordar la reciente tragedia de Tamaulipas, para aceptar que en el tratamiento de los flujos humanos no hay lugar para la imprudencia o el descuido. Y abandonar la población entre Tabasco y Petén, eso es: es descuidado, descuidado e imprudente. El vecino del norte debe ejercer presión. Y México, con su astucia diplomática, seguramente no deja de tener sus propias ventajas. Pero la mancha es genial. Y está sucio. Y eso deshonra lo construido. De lo que se ha logrado, en nombre de la propia humanidad.

Esta semana vi una foto del secretario Marcelo Ebrard haciendo una cálida reverencia y dando la bienvenida a los refugiados afganos. Bonita foto. Pero, ¿cuándo habrá empatía por los desplazados vecinos centroamericanos? ¿Cuándo verás la más mínima empatía?