Mi querido doctor Barnoya – Prensa Libre
Empiezo esta columna con la frase que comenzaste con cada uno de los correos electrónicos que hemos intercambiado durante muchos años, por diferentes motivos. «Mi querido Marielos» fue siempre su saludo afectuoso y solidario. Y también lo fue cada vez que nos conocimos. Nos conocimos durante una entrevista radial en la Huelga de Dolores. Recién comenzaba a dar mis primeros pasos como periodista y conductora del programa nocturno «Punto de Encuentro» en la radio de Sonora. Fue una velada memorable, al punto que la audiencia se prolongó ya que la gente seguía llamando para preguntar y comentar y pedir que continúen las anécdotas de José «el Sordo» Barnoya. Y ahí comenzó el amor y la amistad que se han hecho más fuertes y profundos a lo largo de los años.
Es difícil encontrar las palabras precisas para describir cuánto le debe este país, Dr. Barnoya, y cuánto recibimos quienes hemos tenido el privilegio de conocerlo y amarlo. En ti siempre encontramos un aliado incondicional y una mano amiga para apoyar en los momentos más difíciles.
Recuerdo con gran gratitud el día que llegó al Auditorio de la Universidad, donde se encuentra la emisora de radio de la Universidad donde trabajaba. A través de la noticia se enteró de las amenazas de muerte que había recibido y de la incursión de un grupo de hombres armados en mi casa. “Estoy aquí para lo que necesites”, me dijo, y me ofreció su casa como refugio para mí y mis “chirices”. «No hay escasez de comida caliente y ropa limpia». Cómo no apreciar en todas sus dimensiones este gesto de solidaridad para llegar personalmente a hacerme sentir que no estaba solo.
Compartimos muchas luchas, doctor. Y siempre estuvo dispuesto a apoyar y hacer oír su voz por causas justas. Lo estuvo hasta el último día. A través de sus palabras, sus escritos, su participación en la huelga, su activismo estudiantil y la práctica de la medicina y la salud asumida como un derecho y no como una mercancía. De sus memorables y antológicas columnas en las que nunca tomó «la punta de la aguja», como tú dijiste de la mía.
Uno que recuerdo con especial cariño es el texto que publicó en apoyo de la lucha de las organizaciones de mujeres por una representación política igualitaria. Nos habíamos contactado con varios columnistas para unirnos a la causa. Su columna era la mejor y comenzaba así: “Fue en casa donde aprendí a ser feminista y fue mi padre quien primero me enseñó a respetar a las mujeres.
Posteriormente aparecieron varias mujeres – abuelas, madre, hermanas, maestras, esposa, hijas – que me enseñaron de lo que son capaces las mujeres, colocándola en el mismo nivel de igualdad y oportunidad donde ella muestra que está ‘con sus seis sentidos, ella es muy superior al hombre. Siempre he creído que aunque las mujeres tienen dos cromosomas X, los hombres tienen un cromosoma X y un cromosoma Y que carece de una extremidad para ser un cromosoma X completo ”. (El periódico, 2/11/2015).
Y cómo olvidar esta batalla legal que ha lanzado nuestra gran amiga, Magalí Rey Rosa, para defender la Laguna del Tigre. Estuvisteis, Don Poncho Bauer y el Cardenal Quezada Toruño ante el Tribunal Constitucional defendiendo la defensa del área protegida frente a la voracidad de la petrolera. Perdimos, no nos protegieron. Pero se recuerda su declaración a los medios, sin que le tiemble la voz: «Estamos aquí para defender a la madre que nos dio a luz, pase lo que pase».
Esto nos deja un gran vacío, querido Dr. Barnoya. Pero sobre todo tenemos su ejemplo de coherencia y compromiso. Su incansable lucha por la dignidad y los derechos de las personas más desatendidas de nuestro sufrido país. Adiós y muchas gracias por el privilegio de tu amistad.