Periodismo libre ante una dictadura totalitaria en Nicaragua
Hasta el 18 de abril de 2018, la dictadura familiar que concentraba todos los poderes del Estado en Nicaragua desde 2007 había reinado durante casi una década con una alianza económica y política con las grandes empresas, sin democracia ni transparencia. Nunca ha habido libertad de prensa ni acceso a la información pública, pero sin oposición política y frenos y contrapesos sociales, el régimen mantuvo una cierta tolerancia que permitió la existencia de una prensa independiente y crítica, bajo restricciones y represalias. Por ejemplo, el periodismo de investigación de CONFIDENCIAL investigó y denunció la corrupción con evidencia, pero sin consecuencias para el régimen, mientras que Daniel Ortega mantuvo un asiento de presión y espionaje en los medios y utilizó su emporio familiar y medios privados para linchar a la prensa independiente.
Todo eso cambió drásticamente cuando Ortega y Murillo perdieron la mayoría política en las calles en la explosión social de 2018, y sus alianzas se derrumbaron. La dictadura familiar se ha convertido en una dictadura sangrienta, y ha reprimido a ciudadanos y periodistas con igual virulencia, mientras que las organizaciones de la sociedad civil y los medios de comunicación se han convertido en el «enemigo» a aplastar. La represión ha dejado más de 328 muertos, miles de heridos, cientos de encarcelamientos, decenas de miles de exiliados y la imposición de un estado policial de facto. Luego del gran fraude electoral del 7 de noviembre de 2021, el régimen pretende imponerse como una dictadura totalitaria que representa una seria amenaza para Centroamérica y Latinoamérica.
A diferencia de otras crisis más prolongadas, como la de Venezuela, Nicaragua, todos los delitos contra la libertad de prensa se han concentrado con marcada intensidad en tres años y medio.
- El asalto paramilitar que destruyó las instalaciones de Radio Darío en León el 20 de abril de 2018.
- El asesinato del periodista Ángel Gahona, en Bluefields, el 21 de abril de 2018, que permanece con total impunidad.
- Agresiones físicas, agresiones, amenazas, espionaje e intimidación contra periodistas, por parte de policías y paramilitares.
- El exilio forzoso de más de 120 periodistas en Costa Rica, Estados Unidos, España y otros países.
- El bloqueo aduanero de periódicos durante 500 días, para impedir el acceso a suministros de papel, provocó el cierre de El Nuevo Diario.
- Ocupación policial y cierre de las redacciones de 100% Noticias, CONFIDENCIAL (dos veces) y del diario La Prensa.
- Censura de la televisión abierta y el sistema de cable contra 100% Noticias, Esta Semana y Esta Noche; Presión económica estatal contra medios tradicionales como Canal 10, Canal 12 y Radio Corporación y cierre de más de 20 medios locales por presiones del partido FSLN.
- La implementación de la ley especial sobre ciberdelito para criminalizar la libertad de prensa y la libertad de expresión.
- El encarcelamiento y juicios políticos contra los periodistas Miguel Mora y Lucía Pineda en 2018-2019; y por segunda vez contra Miguel Mora, candidato presidencial; Miguel Mendoza, periodista deportivo y bloguero; y Jaime Arellano, comentarista político de televisión.
- Los presuntos procesamientos por lavado de activos contra la expresidenta de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro (FVBCH), Cristiana Chamorro, candidata presidencial bajo arresto domiciliario; Pedro Joaquín Chamorro, Marcos Fletes, Walter Gómez y el gerente general de La Prensa, Juan Lorenzo Holmann, presos en las cárceles de El Chipote.
- Intimidación contra más de 50 periodistas que fueron convocados por la Fiscalía General de la Nación en relación con la supuesta investigación contra la FVBCH, incluido el escritor Sergio Ramírez -acusado de «conspiración, incitación al odio y la violencia» y otros delitos – incluida la novela «Tongolele No sabe bailar ”fue censurada y apresada por el régimen a través de la Dirección General de Aduanas.
Como resultado, el periodismo en Nicaragua ahora se realiza bajo el riesgo de agresión física, asalto, hostigamiento por parte de la policía y paramilitares, la amenaza de prisión, tanto para los periodistas como para las fuentes de noticias o funcionarios.
A pesar de la censura, los periodistas seguimos informando y haciendo periodismo en Nicaragua y desde el exilio en plataformas digitales, aunque estamos obligados a proteger la identidad de fuentes independientes que no podemos citar porque bajo un régimen totalitario informar y opinar es un » delito «. Se castiga con pena de prisión.
Durante tres años, la resistencia de la prensa se ha basado en la valentía de los periodistas y su compromiso profesional, ético y político, con su apego a la verdad a toda costa y su negativa a aceptar la censura o la autocensura.
Nuestra primera tarea fue llamar por su nombre a las víctimas de la represión y contar las historias de quienes fueron asesinados, quienes hasta el día de hoy continúan siendo negados y ocultos por el Estado. Así nació una estrecha colaboración entre el periodismo independiente y las organizaciones de derechos humanos, y Les Mères d’Avril, el movimiento de familiares de víctimas que reclaman verdad y justicia sin impunidad.
En efecto, los periodistas nos hemos posicionado junto a las víctimas de la masacre para impulsar una agenda de verdad, memoria, justicia y no repetición, como compromiso ético con la reconstrucción democrática del país.
Tomamos una posición, exigiendo la liberación incondicional de más de 160 presos políticos y la cancelación de juicios simulados. Exigimos el fin del régimen de tortura al que están sometidos los líderes del movimiento Unamos (ex Movimiento Renovador Sandinista), Dora María Téllez, Tamara Dávila, Suyén Barahona y Ana Margarita Vijil. Hoy pasaron 173 días en régimen de aislamiento en la cárcel de El Chipote.
Durante la rebelión de abril de 2018, la libertad de expresión de los ciudadanos se combinó con la libertad de prensa de los periodistas para difundir noticias e información confiable. El empoderamiento de las personas en las protestas y el uso masivo de teléfonos celulares y redes sociales generó un torrente de información sin el cual no habría sido posible cubrir la insurgencia cívica en su dimensión nacional. Nosotros, periodistas y medios independientes, continuamos haciendo, principalmente, trabajo curatorial profesional para verificar y contextualizar imágenes e información en las redes sociales.
En la práctica, realizamos un periodismo colaborativo que surge de la necesidad de autoprotección de los periodistas en la cobertura callejera mediante la acción colectiva ante los asedios y ataques policiales y paramilitares, y del imperativo de difundir en plataformas digitales los contenidos mediáticos que está censurado. Además, compartimos fuentes, e incluso primicias, y realizamos investigaciones conjuntas para lograr una mayor profundidad y difusión de la información, con el fin de ganar la batalla por la verdad.
En un clima de amenazas y polarización política extrema, la prensa ha continuado brindando periodismo de investigación y narrativa de calidad. Las investigaciones periodísticas sobre ejecuciones extrajudiciales, violaciones de derechos humanos, corrupción del régimen y exceso de mortalidad durante la pandemia del covid-19, premiadas en concursos internacionales, brindan una muestra irrefutable de la calidad del periodismo y la resistencia.
Con el estado de derecho demolido y la sociedad civil perseguida, nunca en la historia de Nicaragua la prensa ha estado más impotente frente al poder autoritario, contra el cual el único medio de protección para la prensa es hacer más y mejor hacer periodismo. Periodismo de resistencia, que también debe ser periodismo de calidad, porque lo único que nos defiende del totalitarismo y la calumnia oficial es la credibilidad a los ojos de nuestra audiencia.
El periodismo nicaragüense se ha reinventado en el exilio –principalmente en Costa Rica, Estados Unidos y España– a través de plataformas digitales, pero nuestros ojos y oídos, todos nuestros sentidos, están en Nicaragua, con colegas y ciudadanos. los riesgos informan. Por ello, hacemos un llamado a la prensa internacional para que mantenga la crisis de Nicaragua en la vanguardia de la opinión pública mundial y particularmente en América Latina.
Organizaciones de derechos humanos y medios de comunicación: el Relator Especial para la Libertad de Expresión de la OEA; la CIDH y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos; Observador de derechos humanos; Amnistía Internacional; la Asociación Interamericana de Prensa; el Comité para la Protección de los Periodistas; Reporteros sin Fronteras; Prensa gratuita ilimitada; artículo 19; entre otros, han realizado un trabajo extraordinario en visibilizar la persecución de periodistas y exigir su protección. Pero se necesitan muchos más artículos en la prensa internacional sobre la tragedia nicaragüense bajo un estado policial.
Las elecciones del 7 de noviembre, cuyos resultados se conocieron de antemano, despertaron un interés inusual en la prensa internacional, que tampoco pudo viajar a Nicaragua porque el régimen impuso restricciones fronterizas. A muchos compañeros de los medios de comunicación internacionales que me entrevistaron durante esos días, les he repetido que la verdadera historia no es lo que sucede el 7 de noviembre – un voto de partido único sin competencia política – sino al día siguiente. Es decir, en los meses y quizás en los años venideros, en el proceso de resistencia civil para salir de una dictadura sin legitimidad a través de la lucha cívica.
Mientras tanto, no podemos aceptar la entronización de una dictadura totalitaria en Centroamérica por la normalización de la violencia y el estado policial. El mayor desafío al que se enfrentan los periodistas nicaragüenses y la prensa internacional en la actualidad es mantener la crisis de tiranía de Daniel Ortega en el radar de la opinión pública mundial, y especialmente en las Américas. La historia del día después de la farsa electoral trata sobre cómo una dictadura represiva se cambia por medios civiles. Esta es la noticia que se escribe hoy sobre los días de dolor y esperanza en Nicaragua.
Fragmento de mi declaración en la Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación, COLPIN, Canelones, Uruguay, 1 de diciembre de 2021.
Este artículo fue publicado originalmente en español en Confidencial y traducido por nuestro equipo.