Joe Biden, crisis en Nicaragua

Tambores de guerra – Confidencial

Las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China suenan a guerra. Hace unos días, un submarino nuclear estadounidense chocó con un objeto sumergido en el Mar de China Meridional. El accidente provocó especulaciones sobre un posible ataque chino y tensó aún más una atmósfera cargada de ejercicio desde China hasta Taiwán.

Lo que comenzó como una guerra comercial ha adquirido la apariencia de un inminente enfrentamiento militar. El director de la CIA, William Burns, ha definido a China como la «mayor amenaza geopolítica» que enfrenta Washington en el siglo XXI. Contrariamente a lo que ha argumentado en su campaña, para intentar atraer a China a una negociación bilateral para desactivar la disputa comercial, Joe Biden ha lanzado una nueva alianza anti-China con Australia y el Reino Unido, que provocó disturbios en Alemania y Francia.

En una creciente agresión contra China, Biden, como en tantas otras cosas, ha sido más una continuación que una ruptura con la presidencia de Donald Trump. La pasada administración republicana intentó una alianza con Rusia, al tiempo que presentaba a China como un peligro para la humanidad. Biden, sin mejorar el vínculo con Rusia, complica las relaciones con las dos potencias y genera fracturas en la alianza entre Estados Unidos y Europa.

El asesor de seguridad Jake Sullivan intentó restar importancia al malestar de Europa, pero las palabras de Emmanuel Macron fueron altas y claras. Francia y Alemania buscarán una posición europea independiente frente a China. El Brexit facilita esta delimitación de posiciones, ya que Europa continental no está obligada a negociar términos con Gran Bretaña.

En un libro reciente, la historiadora de la Universidad de Oxford Margaret Macmillan vuelve al tema clásico de las causas de la guerra. Recuerda la antigua tesis de Thomas Hobbes según la cual, dado el estado latente de naturaleza en el que vive la humanidad, las guerras pueden comenzar por nimiedades: «una palabra, una sonrisa, una opinión diferente o cualquier otro signo de desprecio». El honor y la gloria pueden mancharse fácilmente con una explosión de ira o resentimiento, que se convierte en casus belli.

Pero más que la tesis de Hobbes, Macmillan cree en la «trampa de Tucídides», resultado de la gran obra del historiador ateniense sobre la guerra del Peloponeso. Las guerras, según esta teoría, serían inevitables cuando un imperio naciente eclipsa a un imperio en declive. Esto es lo que pasó entre Atenas y Esparta y quizás esto es lo que está pasando entre Estados Unidos y China.

Macmillan dice: “Hoy, tanto en Beijing como en Washington, muchos dicen que un conflicto entre China y Estados Unidos es inevitable. Hasta la administración Trump, la rivalidad estaba enfocada en términos estrictamente comerciales, pero con Biden ya está adquiriendo una mayor profundidad de enfrentamiento, incluyendo severas restricciones a préstamos e inversiones en empresas chinas, en particular empresas de tecnología, que tendrían objetivos militares.

Biden, quien en su campaña llamó a China un competidor, está comenzando a señalar al gran país asiático como un enemigo potencial en términos militares. La propia militarización de China, que se refleja lo mismo en disparos de misiles en el mar del sur que en desfiles militares ostentosos, como el del 70 aniversario de la fundación de la República Popular, encabezado por Xi Jinping in 2019, contribuye a clima peligroso.

Tras el enfrentamiento verbal entre Antony Blinken y su homólogo Wang Yi, en Anchorage, Alaska, la tensión los obligó a realizar reuniones de alto nivel, como la de Jake Sullivan y Yang Jiechi en Suiza, o intentar un encuentro entre Biden y Xi. En las proximas semanas. La peculiaridad de esta nueva guerra fría es que, como vimos en la época de Trump, China, en términos ideológicos, puede volverse más pro libre comercio que Estados Unidos.

Texto originalmente publicado en La Razón

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