Una estrategia política para recuperar la esperanza

Una estrategia política para recuperar la esperanza

“Después del 7 de noviembre comenzó una nueva etapa en la lucha contra la dictadura”, es esta frase que es escuchada reiteradamente por el activismo y la dirección antagónica a la autocracia. En el imaginario político de las personas que se rebelaron en 2018 y de la boca de uno de los pocos baluartes que sigue luchando, la Unidad Nacional Azul y Blanca (UNAB), el siguiente paso parece estar claro: la ilegitimidad.

Por tanto, el largo camino parece haber que recorrerlo por los cauces de organismos como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea (UE), con la esperanza de que, si la voluntad y los intereses económicos y geopolíticos de La Los países de la comunidad internacional no chocan a favor de la democracia, presionan a quienes toman las decisiones en Managua para que dejen espacio a las condiciones de la apertura de cierto tipo de mecanismo extraordinario o institucional como corolario de un régimen. transición.

Gracias a esto, el camino es muy largo. La experiencia venezolana ha demostrado que cuando un régimen sigue la máxima maoísta de «en última instancia, el poder emana de la boca de una pistola», es decir, cuando controla las fuerzas armadas, la policía y tiene la capacidad de movilizar a los partidarios que lo hagan. defender a muerte, tendrá la fuerza para seguir en pie, aunque deslegitimado interna e internacionalmente.

Así, aunque la esperanza de la comunidad internacional es alta, lo cierto es que los mecanismos de presión de los distintos órganos, así como las sanciones de ciertos gobiernos prodemocráticos, no son del todo vinculantes y no afectan por completo las acciones represivas. Régimen de Ortega. A esta correlación de fuerzas políticas internacionales favorables a las fuerzas democráticas hay que agregar un cambio en la correlación interna de fuerzas. El destino democrático de los nicaragüenses se decidirá en Nicaragua.

1. El ciclo de oposición surgido del Diálogo Nacional ya está muerto

Para nadie es un secreto que la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, aunque sigue presente en las redes sociales exigiendo la liberación de sus presos políticos, ha dejado de existir como plataforma que aglutinaba a diferentes sectores, como sucedió en sus inicios. Su estrategia puramente electoral, su incapacidad para convertirse en una fuerza unificadora de fuerzas democráticas y su alianza con Ciudadanos por la Libertad (CxL) terminaron por enterrarlo.

Catapultados a la luz de los medios de comunicación por su participación en el diálogo nacional, sus jóvenes líderes parecen encontrarse ahora en la inexistencia política. La causa es bastante clara: más poder mediático y situación económica y menos tejido organizativo y contexto global de lucha.

El gran problema es que la Alianza Cívica, o mejor dicho la última Alianza, que se formó tras la renuncia del bloque de la sociedad civil y con una fuerte presencia del mundo empresarial, no tuvo una visión estratégica de largo plazo más allá del 7 de noviembre. Totalmente inmersos en una estrategia electoral, dejaron atrás todo el trabajo organizativo que la Comisión Política, encabezada por Max Jerez, había realizado y «montado» en un partido como el CxL.

Lo cierto es que ambas organizaciones se han aprovechado de su capital; sin embargo, la capital simbólica de la juventud fue el punto clave. Por un lado, el CxL, un partido percibido como tradicional, ha confiado en el reconocimiento político de los líderes jóvenes para limpiarse la cara. Por otro lado, los círculos empresariales organizados dentro del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), actuando como actor político, consideraron al CxL, partido legalmente constituido, como un vehículo viable y cómodo para la competencia electoral. Una vez que se formó la llamada «Alianza de Ciudadanos por la Libertad», la Alianza Cívica dejó de tener vida propia.

Habiendo apostado todo por la estrategia electoral, sin una plataforma de varios actores, sin un tejido organizativo real, con sus personajes más mediáticos presos y en un contexto de lucha que ha cambiado radicalmente, se ven los jóvenes de la ex Alianza Cívica. inmovilizado. Por tanto, es fundamental aprender de los errores del estudiantado que, hasta hace poco, se presentaban al público como el “próximo sustituto de la clase política”.

Si los miembros de la Alianza Cívica han pecado de manera mediática y circunstancial, los líderes jóvenes y viejos que están al frente de la lucha en este nuevo tiempo deben tomar más en cuenta a la organización y tener una visión global de la lucha. Por un lado, deben mantener un pie en el gran centro de atención, donde puedan exponer sus visiones de la realidad política, y por otro, donde la lucha se desarrolle de una manera más silenciosa, lenta, costosa y sostenible: en el territorio, universidades, escuelas, mercados, centros culturales, etc. Asimismo, deben posicionarse audaces ante la situación, pero también sensibles y visionarios de cara al futuro, donde en cualquier momento existe la posibilidad de ser derrotados, de retroceder y de seguir adelante. Lo importante es que cada momento los encuentra con un colchón organizativo que amortigua la derrota, mientras los acerca cada vez más a la victoria.

2. La tesis del plebiscito o voto útil no moviliza las voluntades

El hecho de que la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) los convocara a un diálogo nacional en plena lucha de abril de 2018, convirtió a la Alianza y sus miembros en la voz “oficial” del levantamiento popular. La institución más creíble de Nicaragua en la convocatoria también instó a sus integrantes a creer en sí mismos, y por mucha credibilidad que perdieran, lo importante era cómo se percibían a sí mismos.

Y es que la Alianza Cívica no solo se ha presentado al público como la plataforma digna de liderar el proceso político, percepción reforzada por el peso del gran capital y sus buenas relaciones con la embajada estadounidense en Managua. Esta organización no estaba dispuesta a conciliar intereses y posiciones con otros grupos de la llamada oposición azul y blanca.

Frente a la estrategia y la salida de la crisis, particularmente en las diferentes concepciones en torno a la democracia y la justicia, la Alianza Cívica ha encontrado en ciertos grupos, como el ahora partido UNAMOS, antes llamado Movimiento Renovador Sandinista (MRS), la excusa para no construir un liderazgo colectivo de las fuerzas de oposición en la llamada Gran Coalición Nacional.

Si bien los grupos de Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) coincidían en que era fundamental construir una fuerza organizada capaz de estimular la esperanza democrática del mañana, la llamada Alianza Ciudadana por la Libertad concibía, desde un punto de vista bastante pragmático, que el contexto parecía un momento de plebiscito donde el pueblo iba a elegir entre democracia y dictadura. Nada más.

Asimismo, siendo la última fuerza dotada de personalidad jurídica, la citada Alianza posicionó la estrategia del voto útil, una especie de «única alternativa» que pretendía representar. Es decir, la ciudadanía tuvo que elegir entre lo que quedaba para enfrentar al régimen. La «única oposición» era la única esperanza.

La juventud de la Alianza Cívica ha adaptado la misma estrategia discursiva, construyéndose como la juventud digna de liderar la oposición electoral. Al atribuir el término «sandinista» a la dictadura y otros grupos de oposición asociados con el autoritarismo y la guerra en el pasado, crearon una división entre los que estaban y los que no estaban lo suficientemente limpios para luchar por la libertad. Así, al cerrar el espectro de los discursos y construir una identidad que excluía a otros grupos, se alejaban cada vez más de una percepción positiva de la gente.

3. Encuentra esperanza.

Así, ante el cambio del momento político, es necesario que el discurso expresado por las fuerzas democráticas sea reemplazado por uno capaz de movilizar la voluntad de los ciudadanos. Un discurso que expresa, construye y fortalece la voluntad de la oposición organizada en torno a temas urgentes como la liberación de presos políticos, el establecimiento de un diálogo sincero y la cancelación y repetición de elecciones legislativas. Y por otro lado, un discurso que, tomando en cuenta las distintas necesidades, dolores y aspiraciones históricas de los nicaragüenses en relación a sus condiciones diferenciadas de clase, género, generación, etnia y territorio, construya y movilice distintas voluntades y luchas por una horizonte de libertad.

Y es que la lucha democrática no se puede emprender solo desde el dolor, es decir desde la reacción a la represión y la masacre, sino también desde la esperanza, desde la visión justa de lo que se puede construir en lo que se llama democracia – una vida más digna. en su dimensión humana, psíquica, social, cultural, económica, etc. Democracia es un término que no moviliza por sí solo, es más bien el contenido del que se llena el compromiso de lucha: la esperanza.

En este contexto de mucho desánimo y dolor, es fundamental que el significado que se le da al término democracia no solo esté vinculado a un cambio de unas políticas por otras. Uno tiene que imaginar lo que podría lograrse como pueblo después de la caída de la autocracia. Es hora de soñar.

Si la dirigencia es capaz de dar un giro en la manera en que “dice y organiza la lucha” y de expresar esos anhelos latentes y tímidos ya presentes en la ciudadanía convirtiéndolos en discurso movilizador, la gente comenzará a crear redes, grupos y colectivos dentro y fuera de las plataformas existentes, tal y como pasó en abril de 2018. Así la capacidad de respuesta interna, tan necesaria para que la presión internacional sea efectiva, obtendrá más fuerza en aras de transitar a la democracia y un futuro mejor para todos y todas.

Por lo tanto, si bien el momento es abrumador dado que la oposición es golpeada, secuestrada y dispersada, también es una gran oportunidad para repensar una nueva estrategia política. El que, al ensanchar el sentido y el discurso de la lucha contra la dictadura, invita a nuevas formas de organización interna a favor de la resistencia y la ofensiva por un futuro democrático y más digno. Una estrategia que siempre debe tener en cuenta el contexto global de la lucha, donde la derrota y la victoria son una posibilidad, pero donde el poder organizativo y la esperanza deben ser una certeza.

El autor soy yoIngeniero industrial y estudiante de sociología. Ex miembro de la Alianza Cívica.

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