Conciencia, voto y licencia para matar
Si existe, la conciencia es el único territorio donde sobrevive la verdad. Hay conciencias que gritan y otras que susurran. Hay conciencias mudas que perduran y perduran, hasta que terminan estallando en estas grandes crisis que sacuden toda nuestra identidad. Pero hay ocasiones en las que nos hablan abiertamente. Uno de esos momentos será Nicaragua el 7 de noviembre. Votar o no votar será un acto de conciencia.
En un país donde el ejercicio del voto no es obligatorio, la renuncia para ejercerlo, en la actualidad, es la acción más poderosa en manos del pueblo nicaragüense. El mayor acto de rechazo al régimen.
Por otro lado, es paradójico pensar que el ejercicio del voto puede convertirse en un acto de complicidad con los constantes violadores de los derechos humanos. Pero las circunstancias son las que son: elecciones ya espurias que no tienen legitimidad.
Más de 300 asesinados, decenas de presos políticos, cientos y miles de exiliados, cientos y miles de migrantes forzados no votarán.
Y estoy seguro de que estos números se triplicarán en Nicaragua, cuando la conciencia empuje a la población a la resistencia pacífica.
El régimen hará todo lo posible por abarrotar los buses sin conciencia para reclamar una mayor afluencia a los centros de votación. Poco importará su millonaria artillería publicitaria. En un país donde controlan todo (pública y privadamente), no hay lugar para la verdad.
Bueno, la verdad, que es una sobreviviente de masacres, violaciones y amenazas, está en el secreto de las cárceles del régimen, donde nuestra conciencia está aislada y fría. Una conciencia que se ha convertido en la piel de los que no podrán y de los que no votarán. Una conciencia que se ha hecho tierra sobre la piel de los muertos, los desaparecidos y los que esperan volver algún día. Una conciencia que se ha convertido en una enfermedad del familiar que espera, o del que no pudo enterrar a sus seres queridos.
Habrá otras conciencias y otras pieles. Aquellos de los que votarán como tirando contra sí mismos. Votarán para otorgarle al régimen su licencia para matar. Votarán por una ilusión que no podría hacer nada más que matar a través de fanáticos encapuchados a los que llamó policías voluntarios. Y seguirán equivocándose y pensando que no había otra alternativa.
Golpear, matar, amenazar, encarcelar y desterrar fueron los métodos revolucionarios que utilizó el régimen, además de insultar y tomar contra todas las democracias del mundo.
Cuando recordemos, en un país ya libre, cómo fue posible el asesinato de tantos jóvenes que querían la democracia, pensaremos en los cómplices necesarios en cualquier crimen. Pensaremos en los que dispararon en los tejados; pensaremos en los que lo ordenaron, en los que desviaron la mirada, en los que callaron y también en los que votaron.
El 7 de noviembre, el virus de la mentira y el crimen estará en las urnas. Un día para quedarse en casa, con la fuerza y la convicción de estar en movimiento, como si fuera una marcha de mayo. Pronto los meses de abril y mayo y noviembre volverán a ser libres y nos verán en las calles.
@jsanchomas