contratación privada, subvención pública – Prensa Libre
Como he podido comprobar a lo largo de los años, algunas personas creen que todos los bienes han sido recibidos por hombres en común. Es su creencia y no están interesados en escuchar o considerar cómo o por qué la propiedad común no conduce a la prosperidad social en una sociedad que ha dejado de ser tribal y se ha convertido en una sociedad abierta. Otros son aquellos que admiten propiedad privada o individual, pero no en bienes de consumo masivo esenciales para la supervivencia humana. Algunos añaden a este tipo de bienes otros que, sin ser una cuestión de supervivencia, son imprescindibles para una vida digna.
Este artículo no está escrito para el primer grupo, sino para el segundo, y se centra principalmente en el agua. Una de las razones más fundamentales para la opinión a favor de la propiedad colectiva – que en realidad significa «propiedad estatal» – de bienes básicos o esenciales es que, si se dejan en manos de empresarios que operan en el mercado para maximizar sus ganancias, el El precio de estos bienes se vuelve, inevitablemente, prohibitivo para algunos. Simplemente, los consumidores que no pueden pagar los costos del producto o servicio que era, más las ganancias de los empresarios que lo brindan, están siendo excluidos. Por otro lado, argumentan, la comunidad, en realidad el estado, puede vender con pérdidas y de esa manera todos tienen acceso.
Este análisis solo examina parte del problema; es decir, a qué precio se debe prestar el servicio o producto en cuestión. La otra parte, igualmente importante, es a qué costo se puede producir. En otras palabras, un productor muy eficiente puede producir, digamos, a un costo «X»; otro, muy ineficiente, puede que no pueda producir menos de «3X». Así, si entre dos proveedores de agua potable el Estado la adquiriera al que la produce al precio de «3X», los gastos en que tendría que incurrir para proveerla al precio que casi todos pueden pagar serían muy altos. más alto. Y los recursos utilizados para subsidiar los costosos suministros de agua ya no estarían disponibles para subsidiar la atención médica, la educación, la seguridad, el transporte, etc.
Una de las lecciones ya aprendidas por la humanidad es que donde no es posible calcular cuál ha sido el resultado de un esfuerzo productivo, ya sea una pérdida o una ganancia, es imposible gestionar eficazmente cualquier proyecto. Incluso en manos de un gerente motivado, honesto y conocedor, sin la capacidad de calcular el resultado final («el resultado final»), el cálculo económico es imposible. Y eso es exactamente lo que les sucede a los administradores de los programas estatales. En un intento por evitar este problema, se han creado “empresas estatales”; Sin embargo, su finalidad legal no era generar utilidades y, por tanto, los criterios de gestión fueron políticos y no económicos, generando así los famosos «déficits».
De lo anterior se puede deducir que, mientras exista la libre competencia, es más eficiente que las empresas privadas produzcan y distribuyan agua potable, por lo que el Estado o los municipios, según los casos, deben tener menos fondos ( que provienen de los impuestos) para subsidiar su consumo a personas que no pueden pagar el precio de mercado. Y, para que todo esto suceda, los empresarios deben poder asegurarse los derechos sobre las fuentes de agua que necesitan para llevarla a todos los consumidores. Todo esto ya está regulado en el régimen legal vigente, basta con actualizarlo en ciertos aspectos y hacer cumplir, como toda ley.