El mayor desastre lo provoca la ignorancia - Prensa Libre

De empresas públicas a privadas

Recientemente leí un libro académico sobre «Desinformación y subversión», que incluía una reflexión sobre el proceso de transformación de una sociedad abierta en una sociedad cerrada. Usando el modelo descrito aquí, traté de desarrollar algo similar basado en la corrupción como un disparador, y todo funciona. La corrupción es causada / alimentada por dos fenómenos complementarios. La impunidad, producto de la falta de justicia, y la falta de respeto, consecuencia de una mala educación en principios y valores. Cuando se respeta al otro, es decir responsabilizándose por el ejercicio de la libertad, se reducen las acciones corruptas y criminales, pero también cuando se educa a los niños en estos valores. Si lo anterior falla, se necesita un sistema de justicia que haga cumplir la ley rápidamente y garantice que el culpable asuma las consecuencias. No puede educarse a sí mismo sin la ley o hacer cumplir sin educación.

Una vez instalada la corrupción, ocurren diversas consecuencias: pobreza, desigualdades, privilegios, violencia, injusticia, descontento social, inestabilidad, radicalismo, malestar social, lucha por el cambio y …, es el fin de la democracia como ese sistema que no pudo resolver. los problemas, que básicamente refleja el Latinobarómetro 2021. En poco tiempo, hemos pasado de una sociedad abierta -democrática- a una sociedad cerrada -totalitaria-, en su expresión dictatorial o populista que en muchos sentidos no difiere.

La lucha contra la corrupción no es un fenómeno nuevo y ni siquiera atribuible exclusivamente a políticos o jueces. Ha «evolucionado» de una corrupción puramente económica, en la que se robaba dinero, a una escala mayor en la que se toma el poder. En el primero, fue necesaria la participación del poder político y judicial; el segundo se ve afectado por el narcotráfico, el crimen organizado y otras nuevas amenazas que lo hacen más complejo y destruyen todas las instituciones y muchas personas.

En cada uno de ellos, el ciudadano está presente y se ve afectado, pero no siempre de forma negativa. Hay quienes esperan que su partido, sus jueces, su sindicato, su grupo de presión o sus amigos lleguen al poder para tener ese cargo político-administrativo que les permita rentabilizar la espera o devolver el costo. No se equivoquen: el sistema se apoya porque tiene sus miles de seguidores o, siendo más inocentes, porque nos hemos acostumbrado a cómo son las cosas. Preferiríamos pagar un soborno que denunciar el hecho o asumir la responsabilidad personal; buscamos la recomendación en lugar de exigir transparencia o ser seleccionados en lugar de participar en una oposición pública abierta, y el resultado es lo que tenemos.

Desde pequeños nos premian los chispeantes, los montones, los bribones, porque sabemos qué hacer para evitar las colas o buscamos la manera de evitar el costo de la espera, cuando no fomentamos la corrupción pagando la policía no nos detenga por estar borrachos o por no tener carnet de conducir. En esta corrupción, siempre olvidamos que cada corrupto necesita a su corruptor y que los dos se complementan y deben ser igualmente sancionados, criticados y castigados.

Pasar de una sociedad democrática y abierta a una sociedad totalitaria y cerrada es un proceso que ya hemos recorrido mucho y que Nicaragua nos “explicó” el pasado domingo. No se pueden comprender episodios de violencia, manifestaciones agresivas y otras acciones, a menos que se inscriba en este patrón degenerativo de uno a otro. De momento, la ceguera analítica nos impide visualizar cómo será el futuro a corto plazo, sobre todo si seguimos como lo hacíamos antes y no cambiamos la ruta y la velocidad a la que nos dirigimos hacia el precipicio.

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