El mayor desastre lo provoca la ignorancia - Prensa Libre

La «Devolución» de Octubre – Prensa Libre

Acabamos de celebrar el bicentenario de la independencia de Guatemala y de la “Revolución del 44” hace unos días. Ambas celebraciones generan sentimientos encontrados, porque por un lado recordamos el fin de la soberanía española sobre nuestra patria y por otro un proceso de aparente cambio, pero evaluando nuestra situación actual nos damos cuenta de que no hemos avanzado mucho. como país. Estoy seguro de que todo guatemalteco desea lo mejor para sí mismo, para su familia y para su nación, y por eso estamos decepcionados con nuestra situación actual. Cada cuatro años escuchamos a políticos que siempre prometen mejorar nuestra realidad, pero la única mejora es la de ellos. Vemos con gran decepción cómo sus “soluciones” generan más paternalismo, pobreza, violencia, ignorancia y corrupción.

Cualquiera que tenga dos cerebros comprende que si aumentamos el gasto en lugar de invertir, nuestra situación financiera empeorará cada vez más. Pero por alguna extraña razón, no aplicamos esta lógica al gobierno y le permitimos que aumente la burocracia, lo cual es un gasto, ya que no produce una ganancia, y cuando su presupuesto se consume en su totalidad, se incrementa en medios de impuestos y deuda pública.

Comenzamos con un gobierno relativamente pequeño que poseía la tierra, el subsuelo, impuestos, regulaciones y privilegios. A lo largo de nuestra historia independiente, hemos tenido un gobierno que gasta más de 100 mil millones de quetzales al año, 12 veces más que en 1960. Esto con sus más de 2.217 leyes aprobadas sólo durante el período democrático (1986-2020) y su fallida ”. soluciones ”. redujo la población económicamente activa del 62% en 1980 al 27% en 2020, es decir, un país con pocas oportunidades. Mientras que en 1960 el gobierno representaba un gasto del 17% de los ingresos de un trabajador promedio, en 2020 representa el 60%. Esta situación nos mantiene pobres y cada vez menos propensos a seguir adelante. Es por eso que los altos niveles de informalidad y migración en el país no son sorprendentes.

Este fenómeno se ha producido desde el mismísimo grito de la independencia. La reforma liberal de 1871, la revolución de octubre de 1944, el paso a la democracia en 1986 e incluso la firma de la paz en 1996 contribuyeron al problema. Y esto solo se detendrá cuando tomemos medidas políticas para cambiar este sistema estatal, hacia un sistema de capitalismo liberal, destinado a privatizar, desregular y abrir los mercados a la competencia. Con una Constitución que consagra los principios que han hecho prosperar a otras naciones a lo largo de la historia: gobiernos limitados, mercados libres y propiedad privada. Solo un sistema político y económico como este es capaz de preservar y realzar los valores tradicionales de la vida, el matrimonio y la familia.

Para lograr este clima de orden, justicia y libertad, en el marco de la verdad, debemos cambiar la conversación nacional, señalando los temas que realmente importan. Debemos abandonar la política sucia, anecdótica y personalista, y reclamar la política profesional como un recurso práctico para evitar la violencia. Debemos defender a los partidos políticos en cuatro dimensiones: ideológica, programática, representativa y electoral, para romper con el caudillismo mesiánico predominante. Y reclamar democracia representativa, único remedio válido contra las tiranías.

No, no son pequeños ajustes ni medidas parciales, son reformas liberales realmente clásicas, radicales, integrales y congruentes que Guatemala necesita. Una verdadera «Devolución» de las funciones, poderes y recursos que el Gobierno le ha quitado a los guatemaltecos de a pie, para que todos finalmente puedan gestionar y prosperar.


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