Quejarse

Siempre los aguiluchos

“Ricaurte Achén, Félix Figueroa, José Ángel Noriega, Juan Vicente Alvarado, Manuel Acuña y todos los que quisieron ayudar, contribuyeron a ayudar a las personas […] ganar una batalla de muchos que condujo a la soberanía que ahora unos pocos pisotean […]»

Al celebrar los 200 años de la independencia de Panamá de España, es justo señalar el liderazgo que ejercen los institutos en las luchas por la soberanía del país, pero creo que nadie, en todo lo mencionado, destacó la mismísima Importante papel que jugaron los chicos de 14 y 15 años, quienes no solo aprendieron las lecciones de la patria de sus maestros a quienes siempre recuerdan, sino también de sus líderes que, a través de su postura firme, decidida, agresiva y nacionalista, ayudaron a haz que el sentimiento de la patria sea muy fuerte. .

Dentro de los halcones que ya volaban, crecieron física y espiritualmente los estudiantes de los niveles inferiores, quienes respetaban e imitaban a los de los niveles superiores y siempre estaban dispuestos a cooperar con las campañas que adelantaban.

Por la anécdota, los chicos de tercer año que, obligatoriamente, tenían que aprobar el curso de mecanografía, dictado por el gran educador Don Teodoro Villarút, motivados por nuestros grandes maestros, decidieron contribuir al rechazo del vergonzoso Tratado Filós-Hines, que cedió el territorio nacional para que allí operaran bases militares por un período de diez años, prorrogable.

«Jaqué, Isla Grande, Isla del Rey, Las Margaritas, Pocrí, Punta Mala, Base de Río Hato, Salud, San Blas, San José, Taboga, Taboguilla y Victoria» fueron los espacios otorgados por el tratado Filós-Hines, firmado por Francisco Filós, Ministro de Relaciones, quien representó a Enrique Jiménez, Presidente de la República de Panamá, y Frank T. Hines, con la misma función del Presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman.

Los jóvenes frágiles, preocupados, turbulentos, inspirados, enardecidos por las consignas lanzadas por nuestros líderes, que estaban terminando con éxito su último año de bachillerato allí, se reunieron para ver cómo ayudar a hacer rechazar este tratado. Ricaurte Achén tuvo la idea de que, reunidos en comisión, le pediríamos al señor Teodoro Villarút, vecino y amigo de su familia, que interceda ante el rector Rafael Eutimio Moscote, para que podamos prestar unas cinco o seis máquinas «Underwood» para mecanografiado, con el compromiso de entregarlos en las mismas condiciones en que fueron recibidos.

Las máquinas fueron cargadas y colocadas en las afueras del Banco Nacional de la avenida central por nosotros fetos, renacuajos, enanos, como llamábamos gobernantes Torres Gudiño, Francisco Rivas, Fabián Echevers y otros que se nos escapan a la memoria. Allí se redactaron telegramas que firmaron quienes los pagaron y que nos apresuramos a enviar a los diputados, a través de las oficinas de correos y telégrafos, ubicadas en la Plaza de la Catedral. La Asamblea Nacional, que entonces funcionaba en el Teatro Nacional, se inundó de telegramas rechazando la vergonzosa entrega de nuestro territorio a los «gringos». Los diputados, cuyos debates fueron un modelo de discusión coherente, oratorios bien argumentados, sin ofensas, sin diatribas, una clara demostración de que respetaban la majestuosidad del cargo, modelo que hoy hay que imitar. Basta recordar sus nombres: Ricardo J. Alfaro, Harmodio Arias, Esther Neira de Calvo, Gumersinda Páez y los demás, muy pocos, que integraban el Cuerpo Legislativo.

Ricaurte Achén, Félix Figueroa, José Ángel Noriega, Juan Vicente Alvarado, Manuel Acuña y todos los que quisieron ayudar, ayudaron al pueblo masacrado por las tropas al mando de Remón Cantera a ganar una de las muchas batallas que llevaron a la soberanía que ahora es cierta. cuánto pisotear en detrimento de la democracia, la equidad, el respeto a la patria que, aunque ya no es pequeña, está muy en el corazón de los buenos panameños ”.

Profesor retirado.

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