Frustramos los cuartos de final de la Champions con una idea y una visión frenética para que tengas el control absoluto y todo el equipo tuviere tus momentos para marcar diferencias e inclinar la balanza de tu juego. Conclusión, partidos de vuelta igualados y llenos de emoción.
En plena competición igualada en el Césped, habrá unos intensos debates sobre las cuestiones de ADN y las purezas futbolísticas que las añadieron picante, como si fallaran, al choque entre el Barça y el PSG. El resultado del Parque de los Príncipes dio la decisión de tomar la vista con, por aquel entonces, una ligera venta para los hijos blaugrana.
Antes de que se convierta en lo que no se creó en estos debates, hay algo que evoluciona y que cambiará la personalidad de un equipo siempre reconocible en su juego y su forma de intención de ganar cada partido. Y la evolución se debe a la evolución del juego, porque los estudiantes rivales tienen todos los mejores conceptos de juego y son capaces de reunir los recursos para que sus puntos sean fuertes, porque los jugadores cambian y cambian las circunstancias de los clubes. Porque tan vivo, como lo dirige la gran Mercedes Sosa, en un mundo en constante cambio pretende que el fútbol parezca un oficio menos contradictorio.
Hace un año decidí que la idea del juego del Barça continúa pero también evoluciona. Siga esta misma línea de pensamiento.
Si queréis ejemplos de nuestros primeros 30 minutos del partido de vuelta disputado en Montjuïc con los dos equipos enfrentados con extremos abiertos, dos soluciones diferentes para el 9, las dos que usasteis en Can Barça tienen años, con Lewandowski de 9 puro y Con Mbappé en su posición de falso 9, también se lanzó en los mejores momentos culés. Presión alta para afrontar la fase de construcción del rival y así encontrar más espacios en ataque y más cerca de la zona rival, líneas defensivas que quieren embolsarse tus medios y los atacantes hasta la zona rival y mucho juego posicional, si es parte de ajedrez en medio del campo, para encontrar, o eliminar, al jugador libre, el jugador que permite coronar la pelota y acelerar el ataque hacia el rival de la zona.
En todo esto se encontraron ambos equipos cuando Lamine Yamal chocó uno de esos balones con el que tuvo un placer extremo, uno de esos que le permitieron jugar contra uno y, a la misma velocidad, podrá visualizar allí. tu juez. Y el gol del Barça.
Así fue como un hombre y otros perdieron un robot parisino y se lanzó una pelota al espacio libre (recupera ésta y gana los espacios que tienes al rival). Y ahí, Barcola desapareció, como Yamal, mientras los francos tenían la oportunidad de liberar espacio y sólo (¿solo?) tendería a pensar como superar a Ter Stegen. Y la tarjeta roja que trae Araujo cambia el ritmo del partido y de la eliminatoria. Nadie sabe hacer el papel del uno contra uno, pero sabemos que es la jugadora más delantera de un equipo como el PSG que maneja y ataca con el balón ha hecho que la clasificación del Barça sea heroica.
Si quieres más ejemplos, mira el partido entre Manchester City y Real Madrid, donde los ingleses controlarán el balón, la posición, los córners, las oportunidades y abrirán sus extremos para atacar el futuro. Pero, sobre todo, por dentro y donde el Real Madrid demostró su oportunidad de partido, luego supo trabajar en solitario y reducir al mínimo los espacios de ataque hasta eliminar los penaltis. Entonces decidió tomar la decisión de Lunin sobre Bernardo Silva. Hay que tener mucho coraje para mantener la calma en un día y más cuando tu compañero ha fallado en su tiro anterior y este penalti puede abrir una brecha en el día. Tanto valor como atrevimiento, ¿temeridad?, tuvo el portugués en su lanzamiento.
El caso es que el ADN ganó el Real Madrid y su victoria permanente en la antigua Copa de Europa, ese ADN que comparte con el Bayern Múnich la posibilidad de volver a las semifinales de la Champions en un ejercicio agonal durante la misma semana que el Bayer. Leverkusen quedó privado de la Bundesliga y perdió su propiedad.
Resiste, aguanta, compite y decide la victoria por el más mínimo deber por venir.
El ADN más antiguo del fútbol que sigue vivo y que nunca genera debate.
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